La Asociación Internacional de Críticos de Arte realiza un importante Congreso Anual en el que los críticos asociados de diversas partes del mundo se dan cita para exponer tanto sus ideas en torno a la práctica de este oficio como sus consideraciones respecto a la situación del arte de hoy frente a la globalización. Para esta ocasión el lugar del encuentro fue la ciudad de París, entre los días 15 y 20 de octubre del presente año.
El Congreso estuvo divido en tres tipos de actividades: mesas de trabajo y discusión; visitas a museos y conferencias magistrales. Una jornada intensa de la mañana a la noche. El temario, centrado en los siguientes aspectos: "Nuevas salidas para la crítica de arte", "Prácticas críticas desmaterializadas", "El Comisario y el Crítico: instrucción paralela" y "Nuevas orientaciones en las artes visuales y los estudios culturales", dio pie a planteamientos muy polémicos, algunos de los cuales, pusieron en tela de juicio la existencia y razón de ser de la práctica crítica como oficio.
Sobre este punto, conviene meditar. El principal alegato subestimador de la práctica crítica proviene de aquellos ponentes que consideran que el arte contemporáneo no requiere de intermediario alguno pues en su función comunicacional es crítico de por sí. Siendo un arte contextualizado -y por ende crítico de la realidad globalizada circundante- encarna este rol, por lo que no necesita la mediación de crítico alguno. Mencionaré al respecto tres ponencias que fueron radicales: Camilla Jalving, de Dinamarca, tituló su texto con el explícito título "El crítico ahogado". Esta ponencia fue una de las que más promovió el debate. Propuso replantear el rol del crítico para que éste en lugar de evaluar el arte por lo que es, lo haga por lo que hace. Para ella se da la práctica crítica en las obras que crean un espacio social en transformación, que crea, de acuerdo al artista Jeppe Hein, una "crítica institucional". Por otra parte, Lars Saari, de Finlandia, cuestionó la ideología del modernismo por considerarla excesivamente materialista al centrarse en el enfoque formalista del arte. Para él, el formalismo es propio de una crítica que evalúa por calidad y no por las ideas. Agrega que las ideas solas pueden ser obras de arte, pues concibe el arte como un hecho socio-político que responde a un tiempo y a un lugar específicos. Ello ocasiona la pérdida de la visualidad, como componente esencial de toda manifestación artística, lo que acarrea otro polémico punto a considerar pues, para Saari, podemos hablar sobre arte a través de competencias que no pertenecen al ámbito artístico. Como tercer ejemplo, menciono la ponencia de Alina Serban, de Rumania, quien trató el tema de la eficacia o no del crítico de arte en la actualidad. Su postura llegó a tal punto de radicalización, que señaló que si bien el crítico tiene el poder de incluir o excluir, también es cierto que si dos críticos coinciden en un mismo punto de vista, "uno de ellos es redundante".
Por otra parte, una postura política poco flexible se dejó entrever en algunos ponentes. Este hecho, -llamativo tratándose del nuevo pensamiento europeo -, fue perceptible en críticos provenientes tanto de países post-comunistas como de otras latitudes no comunistas. Al cuestionar Iara Boubnova los efectos devastadores que tiene la globalización en Sofía, Bulgaria, (como el demoler edificios históricos para instalar McDonalds), también cuestiona en el fondo su nueva realidad democrática. Es difícil definir cuál es el pensamiento político que subyace en su discurso ya que éste fue expuesto a través de experiencias artísticas realizadas en Sofía, pero cierta nostalgia por el orden y la severidad que distinguió a su pasado político se puso en evidencia así como, por supuesto, su profundo rechazo a la próxima integración de Bulgaria a la Comunidad Europea. Varios asistentes al Congreso se adhirieron a esta postura, manifestando un malestar similar.
El cuestionamiento radical realizado a la crítica como al arte actual y su circunstancia histórica fue definitivo en este Congreso. Este hecho adquiere relevancia tratándose de un evento especialmente concebido por y para críticos de arte. Ello trajo consigo la necesidad de redefinir los diversos roles existentes como el de crítico de arte, curador, museólogo, educador, promotor cultural y hasta el de artista. Ello promovió temas imposibles de tratar en el limitado marco temporal en el que se desarrolló el Congreso, pero dejó latente preguntas sobre cuál es en definitiva el rol del crítico ante la realidad actual: ¿evaluar cualitativamente una obra o acompañar el pensamiento de un artista y materializarlo a través de un texto escrito? ¿O es que el crítico queda definitivamente anulado? ¿Es condición del artista contemporáneo asumir un rol totalizador al ser, además de creador de su obra, gerente, curador, comisario y crítico de su propia obra? Y si es así, ¿qué consideraciones éticas se desprenden de ello? Por otra parte, ¿sobre qué arte contemporáneo estamos en el fondo hablando? ¿Un arte sostenido por el concepto sin materia? ¿Un arte sustentado por las nuevas tecnologías, sólo posible gracias al acceso a estas tecnologías?
Y finalmente: un arte que pierde su esencia visual, ¿es arte? Son todas preguntas muy complejas que requieren urgente reflexión. * Investigadora del arte, curadora y museólogo venezolana.
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