Ricardo Alcaide

El espacio entre dos mundos

Por Jacopo Crivelli Visconti, Sao Paulo | febrero 09, 2012

A partir de por lo menos 2002, año en que comenzó su serie de habitantes de la calle de la ciudad de Londres, titulada colectivamente Sitters, la obra de Ricardo Alcaide (Caracas, 1967) explora el carácter fronterizo de la piel, penetra en la riqueza metafórica de las membranas (ya sean paredes, cobertores, plásticos, cercas o la piel misma) que separan lo interior de lo exterior, que dividen un mundo de otro que es su anverso, o su opuesto.

Ricardo Alcaide

A lo largo de estos casi diez años, hubieron desvíos y principalmente cambios formales, graduales pero sustanciales, que parecen incluso indicar una ruptura radical entre la producción más antigua y la más reciente, pero en el centro de sus preocupaciones permanece, de manera bastante nítida, el mismo conjunto de temas. En Sitters (2002-2005) Alcaide contraponía, si bien implícitamente, dos universos: de un lado, el de los habitantes de la calle y del otro, el de los “insertados” en el sistema (incluidos aquí el propio artista y su público). Pero la construcción cuidadosa de la escena y la forma en la que eran retratados los sujetos evidenciaban su intensa belleza, sugiriendo relaciones con los personajes de Caravaggio, como ya fuera resaltado, o con los prolongados primeros planos de Renée Falconetti como Juana de Arco, en el film de Carl Theodor Dreyer La Passion de Jean D’Arc (1928). Es decir que, al mismo tiempo que enfatizaba su condición de marginados de la sociedad, el artista integraba a sus modelos en el ámbito de una tradición iconográfica central a la constitución de la cultura estética, más específicamente, una estética religiosa o mística, del imaginario occidental.
La importancia de Sitters en el desenvolvimiento de la poética de Alcaide queda demostrada por algunos trabajos realizados en los años inmediatamente siguientes, que constituyen desdoblamientos de la serie inicial, tanto desde un punto de vista formal como conceptual. Es el caso de Words (2006), un conjunto de impresiones sobre fórmica en las cuales los distintos detalles de la piel de los propios modelos son utilizados como fondos y para escribir palabras (GOD/DIOS; HOME/HOGAR; CHANGE/CAMBIO; SPARE/DAR-SOBRANTE; BLESS/BENDECIR) que, extraídas de la frase “clásica” del mendicante, “Sin hogar, por favor te sobra un poco de cambio para darme si es posible, Gracias, Dios te bendiga”, enfatizan, nuevamente, además de la dimensión social, la cercanía con la cuestión místico-religiosa. En las series Houses (2007) y Outdoors (2006-2007), la piel se encuentra superpuesta, ya sea físicamente o sólo a través de intervenciones digitales, sobre fotografías de la ciudad de San Pablo, sobre maquetas de casas y sobre las enormes vallas publicitarias que caracterizaban a la ciudad antes de la reciente campaña contra la contaminación visual. Si en Sitters los representantes de la marginalidad se tornaban sorprendentemente atrayentes, ennoblecidos por una estética clásica, aquí la inversión de perspectiva se encuentra en la forma en que “nuestras” casas y “nuestra” ciudad, repentinamente revelan pertenecerles a “ellos”, al punto de estar hechas de la misma materia que “ellos”.
El cambio de escala de esos trabajos, al menos en lo que respecta a la dimensión urbana o arquitectónica con la cual se enfrentan, marca un giro en relación al ámbito silencioso del estudio fotográfico que resguardaba a los modelos de Sitters, y puede ser considerado, retrospectivamente, el preludio de una nueva forma de abordar cuestiones análogas o limítrofes. Si el cambio más radical y fértil tiene lugar en los trabajos de la serie A Place to Hide, otro momento determinante de inflexión parece ser el de la serie de fotografías, también realizadas en San Pablo, Transeuntes (2005-2009). Aquí, de hecho, la presencia de la ciudad, además de como telón de fondo, es ya un elemento determinante en la construcción de la atmósfera de la escena y revela el interés del artista por la capacidad de la arquitectura modernista de contribuir a crear escenarios casi fuera del tiempo, por un lado fuertemente anticuados y por otro, extremadamente contemporáneos. Sin embargo, la característica más sobresaliente de Transeuntes no es el escenario urbano, y tampoco la extraordinaria atemporalidad de las ropas de los sujetos, sino las máscaras de animales que los transeúntes que posan para el artista aceptan llevar. La artista y escritora Becky Beasley, autora de interesantes ensayos sobre la obra de Ricardo Alcaide, hace hincapié en como el acto de posar para un fotógrafo desconocido, particularmente llevando una máscara, constituye un hiato en la monotonía de la rutina cotidiana. Beasley habla de “dropping out”, casi un desvencijarse de la rígida línea de acontecimientos previsibles, pero el mismo verbo define también la elección de los habitantes de la calle y los mendicantes, que eligen no entrar en la lógica de una sociedad a la cual, en muchos casos conciente y programáticamente, no logran o no quieren integrarse. O sea, a pesar de la adopción de un registro iconográfico significativamente distinto, la obra de Alcaide termina por lidiar, aquí también, con la sutil distinción entre integración y marginación, entre el estar dentro y el estar fuera (de la sociedad, del tiempo…).
A Place to Hide (2010-), un conjunto de obras en varios formatos y técnicas y el título de dos exposiciones realizadas por el artista en los últimos meses en Madrid y San Pablo, introduce desdoblamientos aun más radicales por comparación con las primeras obras analizadas aquí. A partir de algunas fotografías de habitantes de la calle envueltos en cobertores, por ejemplo, Alcaide ha creado una serie bastante numerosa de pequeñas pinturas al óleo y dibujos, en los que los dobleces de los tejidos que los protegen (de la intemperie, de las miradas…) se endurecen hasta tornarse meros estudios formales, estableciendo a veces relaciones con la propia arquitectura modernista, o inclusive con el lenguaje plástico del concretismo, decisivo para el desenvolvimiento de las artes visuales de la segunda mitad del siglo XX en Brasil. En el montaje de las exposiciones esas pinturas y dibujos no tienen, sin embargo, un lugar destacado, pudiendo ser presentados lado a lado con las fotos que les dan origen, los videos realizados a partir de los propios dibujos, y aun las fotos de refugios improvisados a partir de contenedores o casas rodantes. Además de las obras mismas, el artista produce también las paredes que las sustentan: construcciones improvisadas que por un lado recuerdan a las cercas que rodean los terrenos de obras en construcción, y por otro, teniendo en cuenta la precisión de sus formas, remiten más de una vez a la tradición moderna y concreta. Es decir, aun de manera sublimada, e incluso cabe decir más madura, Alcaide continúa explorando la frágil frontera que separa la precariedad de la solidez, la pobreza de la riqueza, lo que nos protege de los que nos amenaza.

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Ricardo Alcaide
Nacido en Caracas, Venezuela, en 1967, Ricardo Alcaide dividió su tiempo en los últimos años entre San Pablo y Londres. Los recientes desdoblamientos de su producción han recibido gran atención de la crítica, como lo demuestra el éxito de las exposiciones A Place to Hide, presentadas en la Galería Blanca Soto, en Madrid y Baró, en San Pablo, en 2010 y 2011. En 2011, Alcaide participó también, con un “proyecto individual”, en la edición londinense de la feria Pinta. Anteriormente, su trabajo había sido incluido en varias exposiciones individuales y colectivas en Venezuela, España, Gran Bretaña y Brasil.