Enrique Martínez Celaya: Del cliché al arquetipo

Por David Raskin | octubre 10, 2013

Como práctica general, Martínez Celaya crea imágenes con las que desearíamos compenetrarnos, pero no podemos. Un niño solitario se encuentra de pie en una pradera. Centellean relámpagos contra el fondo de un cielo oscuro y tormentoso. Flotan témpanos en el mar. Estas escenas deberían tocar alguna fibra en nosotros, pero son demasiado generales. Tenemos la esperanza de ver algo significativo, pero encontramos los habituales clichés.

Enrique Martínez Celaya: Del cliché al arquetipo

El morir fue el tema central de la obra de Martínez Celaya Schneebett y de todo lo que le siguió. Ese proyecto, una meditación sobre los últimos años de Beethoven, se exhibió por primera vez en Berlín en 2004. La instalación incluye una cama de bronce fundido cubierta de escarcha, un cuadro de un bosque nevado realizado con pintura, brea y plumas, una pila de ramas, un poema titulado “Poisonwood” (Guao), escrito por el artista sobre una de las paredes, y una sola silla vacía: una orquesta sinfónica ejecuta los últimos conciertos del protagonista. Más que amalgamar el arte, la poesía y la música, los formatos redundantes revelan la inadecuación de cada uno de ellos con respecto a su tema. ¿Cómo podría ser de otra manera? Nadie puede imaginar el fin de sus días. “La futilidad de Schneebett me dio una lección de humildad”, observó Martínez Celaya en 2006.

Tal vez la insatisfacción con el status quo sea algo innato en el artista. Es excepcionalmente articulado y otros escritores han prestado especial atención a su biografía, especialmente a sus estudios de grado en física, sus lecturas de filosofía existencial y literatura, y el traslado de su familia de Cuba a Estados Unidos vía España y Puerto Rico. También se suele hacer referencia a los artistas cuyos ejemplos han sido muy valiosos, según lo expresado por él. Entre estos se contaba, en una etapa inicial, Joseph Beuys, el veterano de la Luftwaffe que transformó un vocabulario nacional en una herramienta para el arrepentimiento personal y político. Más tarde llegaría Leon Golub, un nativo de Chicago que captó la grave situación de la gente en general pintando la opresión de una pocas personas. “Para ser un profeta”, Martínez Celaya escribió en 2009, “un artista no necesita a Dios sino que precisa claridad de propósito, carácter y atención”.

El mejor estudio moderno del quietismo que distingo en el arte de Martínez Celaya es From Cliché to Archetype (Del cliché al arquetipo), un libro popular escrito en 1970 por el pionero canadiense de las ciencias de la información Marshall McLuhan y el poeta Wilfred Watson, que tuvo una activa participación en la comunidad del teatro experimental en Canadá. Como ellos lo explicaran, el cliché es un filtro que da forma a nuestras percepciones, pero una vez que es reconocido se convierte en una sonda para diseccionar los supuestos habituales. “Shakespeare destroza todos los viejos clichés del amor hasta su época”, observaron, “y concluye con una maldición sobre el amor”. Toda destrucción debe ser abrazada, puesto que libera nuestra conciencia de la mentalidad predominante.

Una vez que un cliché ha captado la atención, en lugar de deslizarse inadvertido se convierte en “un catalizador para enfrentar el exilio y la extranjeridad”, frase que Martínez Celaya utilizó para caracterizar a Schneebett. Esta es una obra de arte perturbadora precisamente porque sondea cada uno de nuestros intentos imaginativos y nos permite reconocer que el resultado es un vacío.

Aunque Schneebett cerraba la trilogía de Martínez Celaya sobre Beethoven, la ética de choque y temor del proyecto persiste. “ Schneebett es”, señaló el artista, “el umbral”. Una lección importante fue que sus creaciones interactuaron de modos inesperados. La cama congelada inaccesible proponía una ecología imaginada que era lógica y materialmente incompatible con los puntos de vista sugeridos por la pintura que incluía la brea y las plumas. La indiferencia no dejaba lugar para el confort.

Entre otras obras, una serie de cuatro pinturas de quince pies de altura por once pies de ancho diseñadas en 2010 para la Catedral de San Juan el Divino, en la ciudad de Nueva York, continuaban creando humildad a escala ambiental. Bajo el título de The Crossing e

instaladas de a pares en el ambulatorio a lo largo de la nave, las silenciosas figuras de Martínez Celaya (un muchachito abraza a un caballo, otro camina con muletas), el bote de remos vacío y el sendero que cruza un bosque invernal desafían a los elevados vitrales y a la sólida arquitectura en piedra.

Delicadas y con perspectivas exigentes, las imágenes pintadas no tienen la pulida terminación del vidrio gótico. Se observan chorreaduras de pintura y manchas de barro. Las imágenes no llegan a cubrir los costados de la tela, dejando los bordes del lienzo crudo expuestos. Los altos horizontes nos aplastan como un peso, aunque las columnas estriadas de la catedral se elevan hacia lo alto. Aquí es donde el ateísmo se mezcla con lo divino.

Es lo disyuntivo más que la continuidad lo que crea una experiencia estética en la cual las respuestas estándar fallan y se liberan nuestros deseos. Lo que era probado y cierto adquiere nueva vida. McLuhan y Watson explicaron la revigorización del sentido de la forma siguiente: “El arquetipo es una conciencia y una percepción recuperada. Es, por lo tanto, un cliché recuperado − un viejo cliché recuperado por uno nuevo”.

Desde Schneebett, Martínez Celeya ha creado también una cantidad de delicadas acuarelas, que incluyen Girl and Sun/Niña y sol (2005) y Boy and Skate/Niño y patín (2005). Ambas son versiones de bolsillo de las instalaciones y Boy and Skate, por ejemplo, aísla a los peces de agua salada en la mitad izquierda de la hoja de papel y muestra al niño abrazando a uno de los peces a la derecha. Debajo están escritas las primeras tres líneas de “El niño yuntero”, de Miguel Hernández (1910-1942), un poeta español que murió en los calabozos de Francisco Franco. En su idioma original, la elegía comienza con la frase que más atrajo la atención de Martínez Celaya: “Carne de yugo, ha nacido/ más humillado que bello, /con el cuello perseguido / por el yugo para el cuello”. El poema finaliza con un llamado de los Republicanos a las armas, que no está reproducido aquí pero que así y todo es relevante: “¿Quién salvará este chiquillo / menor que un grano de avena?/ ¿De dónde saldrá el martillo / verdugo de esta cadena? / Que salga del corazón / de los hombre jornaleros, / que antes de ser hombres son / y han sido niños yunteros”. Combinadas, estas imágenes de patín, yugo y martillo crean asociaciones que van en múltiples direcciones, y abruman con su indeterminación.

Para SITE Santa Fe, a realizarse entre el 13 de julio y el 13 de octubre de 2013, Martínez Celaya continúa su investigación sobre el poder de los clichés para convertirse en arquetipos, sondeando así nuestras expectativas y presupuestos. Basándose en la noción de “hogar”, la instalación buscará crear una experiencia inmersiva recurriendo a grandes pinturas y esculturas, a videos y olores. Con tal sobrecarga sensorial, el artista pedirá a los espectadores que comparen lo que es actualmente su vida con las esperanzas y sueños de su niñez, lo que tal vez permita experimentar tristeza y satisfacción simultáneamente.

PERFIL

Enrique Martínez Celaya es un artista cubano-americano nacido en La Habana en 1964 y que emigró con su familia a España a la edad de ocho años. Se graduó en Física en la Universidad de Cornell y obtuvo un doctorado en Electrónica Cuántica en la Universidad de California, Berkeley, antes de dedicarse exclusivamente a su práctica artística y graduarse en Bellas Artes en la Universidad de California, Santa Bárbara. Actualmente está radicado en Miami. La editorial de la Universidad de Nebraska publicó una recopilación de sus escritos en 2010, y sus obras se encuentran representadas en las colecciones permanentes del Museo Whitney de Arte Americano, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles y el Museo Metropolitano de Arte, entre otros.