_Memorias vivas 1984-2014_

Conversaciones con Dominique Perrin y Hervé Chandès

La Fundación Cartier para el arte contemporáneo - PARIS

_Memorias vivas 1984-2014_

Cifras y nombres

“1400 artistas expuestos, 150 en Francia y 82 en el extranjero, 1300 obras en la colección permanente. Eso es lo que representan los 30 años de la Fundación Cartier”, señala Alain Dominique Perrin, presidente de la Fundación, en su discurso el día de la inauguración de la exposición Memorias Vivas, que celebra el aniversario de dicha institución. Apenas concluida la enumeración, insiste en recordarnos el nombre completo de la Fundación, subrayando su misión y su origen: la Fundación Cartier para el arte contemporáneo, “no sólo es su nombre sino también su compromiso.” Agradeciendo de paso al artista francés César: pues, sin él el concepto de la fundación no hubiera visto la luz.

Fundada en París a mediados del siglo XIX, la sociedad Cartier, como es conocido, es una empresa del sector de lujo que concibe, fabrica y vende joyas y relojes. La Fundación Cartier para el arte contemporáneo, a diferencia de las otras fundaciones francesas, se enorgullece de ser la única en separar claramente su actividad empresarial de la de la fundación. En otras palabras, ningún artista es solicitado por Cartier para realizar productos comercializables. Y esa voluntad la tienen muy clara desde la creación de la Fundación, la primera en la historia de Francia[1].

Diez meses de festividad por el aniversario

Para festejar el aniversario de sus 30 años, la Fundación Cartier ofrece al público, hasta finales de septiembre, la mejor selección de obras de su colección. Memorias vivas es una exposición en movimiento permanente. Las obras se van turnando: se pueden ver obras nuevas todos los meses. Desde Nan Goldin, pasando por Raymond Depardon o Issey Miyake. Hay performances, conciertos, encuentros, etc. El programa es muy variado y alentador. La exposición reúne a la comunidad de artistas con la que la Fundación Cartier construyó y sigue creando su historia, poniendo de relieve la fuerte vinculación que existe entre los artistas y ella.

Su historia,

Nos es relatada por Hervé Chandès – el director de la Fundación, que ocupa ese puesto desde hace 20 años – desde ese laboratorio de ideas, alto y transparente, entre cielo y tierra, que es su oficina situada en el último piso del edificio diseñado por Nouvel. La primera sede ocupó un espacio grandísimo y precioso en las afueras de Paris, en Jouy-en-Josas, señala. Había muchos talleres de artistas, programas de residencias, sin obligación ninguna de resultados. Se organizaron varias exposiciones. Era también un espacio de encuentros. Había, de manera permanente, cinco o seis artistas del mundo entero. Por allí pasaron Fabrice Hybert, Othoniel, Chéri Samba, Quai Guo-Quiang, etc. Nos visitaron también críticos de arte como Hans Ulrich Obricht o Nancy Spector. En 1993, dejamos Jouy-en-Josas para instalarnos en el corazón de Paris, 261, Boulevard Raspail, en un edificio de unos 1000 metros cuadrados concebido con ese propósito específico por el monumental Jean Nouvel. En palabras del entonces presidente de la Fundación, Alain Dominique Perrin: “El arquitecto envolvió a la fundación en una imagen de belleza, de transparencia y de perfección visual y artística. Convirtiéndolo en un monumento parisino, indeleble y eterno”.

Hervé Chandès subraya las ideas fundadoras de la institución. Desde que se fundó, en 1984, la Fundación sostiene a la creación y a los artistas, financiando pedidos especiales a estos últimos. Y “si ya no hay talleres en la nueva sede parisina, es que no había deseos de hacerlo. Los talleres fueron reemplazados por el aumento de los pedidos a los artistas y a veces la exposición en su conjunto es el pedido. Aquí no compramos fuera de lo que mostramos”.

El juego es exponer un día el rock’n’roll, al día siguiente el arte popular

Desde el principio, se elaboran las bases y los principios que rigen su organización hasta ahora. La transversalidad y la dimensión internacional son algunos de ellos. Apenas se fundó, el design se impuso con Philippe Starck, Pascal Mourgue, Elizabeth Garouste, Matias Bonetti, Nestor Perkal y muchos otros. En aquella época, insiste Chandès, “era poco afortunado integrar el diseño en un espacio de arte contemporáneo, y lo confirmó la prensa”. Era nuevo e innovador. Luego, el diablo entró en casa, al exponer Ferrari A modo de cascada, Chandès sigue ilustrando la transversalidad en cuestión y el carácter heteróclito de su programación histórica: se armó una exposición sobre la velocidad hace 25 años, ocuparon el espacio los diseñadores de moda André Courrèges y Jean-Paul Gaultier, quien convirtió el espacio de la fundación ¡nada menos que en una panadería! El cine se instala con Agnès Varda o David Lynch en las salas de exposiciones. En ese momento, se inventa una relación inédita entre el espacio filmado y el espacio de muestra. No se hacen exposiciones sobre las ciencias, sino con los científicos ( Matemáticas, 2011). Las artes escénicas y los performances también desempeñan un papel importante, como la fotografía, el video, las artes populares, el comic, etc. La música también ha ocupado un sitio muy especial: baste citar el famoso concierto de los Blue Velvet.

El programa de Memorias vivas, que incluye a artistas del mundo entero, evidencia la importancia que se otorga a la dimensión internacional, que se consolidó como eje fundamental desde el inicio; desde Jouy-en-Josas, como lo demuestra la presencia de artistas chinos. Nada obvio en esa época.

La exposición anterior, por ejemplo, centró su mirada en la producción fotográfica del continente latinoamericano. Hervé Chandès nos refirió cómo surgió la idea de la exposición América latina, 1960-2013, Fotografías: “Pues, es muy simple. Viajo a América Latina desde hace años. Sobre todo a Brasil, algunas veces a Argentina y un poco a Chile. Conozco a gente, visito exposiciones, consulto libros, y, con el tiempo, me doy cuenta de que hay un mundo de la fotografía allí que ignoramos aquí. Ademàs de que es también una tendencia actual. Así, un buen día, simplemente tomamos la decisión de organizar esta exposición con el Museo Amparo”.

“Nuestro interés en América Latina viene, por un lado, de nuestra curiosidad por lo foráneo. Siempre hemos tenido la inquietud de no permanecer confinados a Europa. Es una suerte de instinto de supervivencia. Por otra parte, desde 1985 contamos, en el comité de la colección de la Fundación, con la presencia de Gilberto Châteaubriand, gran coleccionista brasilero. Con él descubrí América Latina por primera vez. Gracias a él comprendí lo extraordinario de esa cultura; fue él quien me hizo conocer a todos los artistas: desde Waltercio Caldas a Ernesto Neto, de Adriana Varejão a Beatriz Milhazes o el arte popular brasilero; recorrimos un camino juntos, a través del cual se forjó nuestro interés por esta maravillosa región”.

Actualmente, nos contó el director, la colección de la Fundación cuenta con obras de Adriana Varejão, principalmente vinculadas a las dos exposiciones que ha hecho en la Fundación. Una personal y otra con la etnia Yanomami. Los trabajos de Guillermo Kuitca o de Alair Gómez, obras del arte popular paraguayo, desconocidas para la mayoría, son también parte de la colección.

“Intentamos siempre encontrar nuestra ubicación, intentamos ver lo que hace el vecino para hacer algo distinto. Siempre tenemos presente esa inquietud: hacer algo que no se hizo. Nunca hubiéramos organizado la exposición sobre las fotos de América Latina si se hubiera visto ya antes. Porque hacer una exposición es comprometerse, comprometerse en algo que uno mismo descubre. No se trata de decir “hemos concluido Brasil, vamos a visitar Australia. No, no somos depredadores, no es el estilo de esta casa”.

La perspectiva para el futuro de la Fundación Cartier intenta ser la misma: Seguir manteniendo relaciones privilegiadas con los artistas, seguir nutriendo intercambios, seguir mirando hacia afuera y provocar encuentros prolíficos con exposiciones innovadoras.

Un solo consejo: ¡continúen por esa senda!

[1] La Fundación Cartier recibió el honroso encargo de elaborar la ley sobre el mecenazgo empresarial, votada en julio de 1987. A inicios de julio de este año, fue premiada con el “Coup de Chapeau” de los Óscares del mecenazgo, concurso organizado por el Admical para poner de relieve políticas de mecenazgo ejemplares por sus dimensiones innovadoras, sostenibles y éticas.