LAS POSIBILIDADES DE LA PERFORMATIVIDAD PARA REPLANTEAR O IDEAR NUEVOS MUSEOS DE ARTE LOCALES EN EL SALVADOR

Por Dalia Chévez: Tallerista. Creadora de dinámicas alternativas para la formación artística. Licenciada en filosofía; Maestra en gestión estratégica de la comunicación; Diplomada en pedagogías de las diferencias; Diplomada en corporeidad y tecnonarrativas. Artículo comisionado por Y.ES Contemporary, como parte de la Academia Artística de Y.ES de 2019 enfocada a la escritura sobre arte.

LAS POSIBILIDADES DE LA PERFORMATIVIDAD PARA REPLANTEAR O IDEAR NUEVOS MUSEOS DE ARTE LOCALES EN EL SALVADOR

«Los museos son lugares donde el tiempo se transforma en espacio» - Orhan Pamuk

 

«Un museo es un lugar donde perder la cabeza» - Renzo Piano

 

Un vacío: la definición de la palabra “museo”    

En El Salvador no existe una definición de “museo” concretada por ley (Ibermuseos, 2013). La Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador, establece que el “Ministerio de Educación o la Secretaría de Estado que tenga a su cargo la administración cultural del país” (Asamblea Legislativa, 1993) es responsable de “identificar, normar, conservar, cautelar, investigar y difundir” (Asamblea Legislativa, 1993) el patrimonio nacional. La legislación salvadoreña vigente en su definición de bienes culturales, deja entrever que adopta una idea básica de museo enfocada en la exhibición y la conservación de lo objetual. Sin embargo, el hecho de que el país carezca de una definición jurídica de “museo” y de una política nacional de museos, no es necesariamente una desventaja, al contrario, este vacío abre la posibilidad de diseñar democráticamente una o varias definiciones de “museo” viables en El Salvador para ensayar sus posibles políticas.

 

Una labor ejemplar: el proceso del ICOM (2017-2022)

En el 2016, el ICOM conformó el Comité sobre la Definición de Museo, Perspectivas y Posibilidades (MDPP) para operar en el período 2017-2019. Después de un largo proceso, el comité obtuvo 269 definiciones de museo, entre las que se encuentran las de Zimbabue, México, Brasil, Costa Rica, entre otras. Debido a que la votación que tenía como fin proporcionar una definición alternativa se pospuso, en enero de 2019 el ICOM nombró un nuevo comité permanente, el MDPP2, que trabajará durante el período de 2020-2022.

¿Amerita tanto trabajo algo que pareciera tan sencillo? El mundo está viviendo otro momento. Por ello, como asegura Sandahl, en pleno siglo XXI es urgente “historiar, contextualizar, desnaturalizar y descolonizar la definición de museo” (ICOM, 2019). La labor del ICOM nos permite dimensionar la importancia de repensar los museos en Latinoamérica —ante los fastuosos edificios diseñados por los starchitects (Arquitectos estrella) que constituyen una inversión millonaria y representan el nuevo modelo hegemónico de museo— dicha labor se proyecta como un gran reto, pero también como una tarea fascinante.

La importancia del buen juicio y la necesidad de la resistencia     
Amartya Sen, economista indio que considera la cultura como una parte constitutiva del desarrollo, aconseja aprender de otros, pero aplicando siempre la libertad y el buen juicio para no caer en la trampa de resultar “abrumado por las influencias externas sin tener otra opción”. En una realidad en la cual se establecen interrelaciones globales, se corre la amenaza de sentirse impotente ante el poder superior del mercado de un “Occidente opulento”: “en un mundo tan dominado por el «imperialismo» cultural de las metrópolis occidentales, sin duda la necesidad básica radica en fortalecer la resistencia, y no en darle la bienvenida a la influencia global”. Dicha resistencia no puede ser dirigida por unos pocos, ejerciendo desde la tiranía, sino mediante la democracia: solo con su ejercicio será posible fortalecer las oportunidades de una cultura local ante una invasión que se evidencie opresiva. Tal resistencia, advierte, no debe de dar paso a la institución de un nacionalismo cultural o político que aliente una paranoia hacia “lo extranjero”: la solución no radica en prohibir, sino en la discusión pública que “clarifica e ilumina la posibilidad de ser privado de la propia autonomía”.

La performatividad como cuestionamiento y como estrategia

En Latinoamérica, la doctora Carla Pinochet Cobos —chilena especialista en antropología de la cultura— ha explorado las posibilidades de la performatividad para idear nuevos museos en condiciones de inestabilidad política, así como de pobreza estructural y monetaria. Su obra Derivas Críticas del Museo en América Latina (2016), examina lo que puede ser un museo operando desde prácticas alternativas de musealidad que desafían “los mandatos clausurados de la modernidad occidental”, abriendo el campo para preguntar y ensayar otras maneras de ser y hacer museos “desde la periferia del sistema artístico mundial”.

 

Siguiendo a Cobos, la performatividad aplicada al museo “alude, en primera instancia, a una dimensión que tiene que ver con ‘hacer desde la enunciación’, es decir: el poder que tiene el decir para constituir realidades. Es un lenguaje que se expande, así como en América Latina las herencias coloniales se apropiaron, se canibalizaron, se volvieron híbridas y, por tanto, complejas y también locales, el museo al ser apropiado desde los contextos locales específicos de distintitas localidades muy pequeñas en América Latina, va expandiendo su concepto para también dar cuenta de otras realidades que, quizás, no caben en la definición hegemónica, occidental, metropolitana de lo que debería ser museo. Cuando digo “museo performativo” estoy pensando en un museo que quizás su decreto fundacional ha ido cambiando en el tiempo, la vocación con la que se inicia, se va dando cuenta que en la medida del paso del tiempo la sociedad, en la cual se encuentra inserta, tiene otras necesidades y tiene que crecer en los imperativos de ese contexto. “Museo performativo” para hablar de un museo que tiene límites maleables, flexibles, plásticos; museo que no se obliga a responder a los parámetros de la musealidad occidental necesariamente, sino que entiende que su hacer debe de estar ajustado y en permanente diálogo con la sociedad que lo aloja.”  (Programa de Fortalecimiento de Museos, 2017)

La definición que toma para sí un museo es crucial, delimita el campo de acción, las estrategias, las redes y el posicionamiento que la entidad adopta dentro de la sociedad, lo cual también enmarca los discursos. Las directivas de los museos no deberían de pasar por alto la labor de reconocer y revisar los frentes desde los cuales operan. Puede que sostengan que existe, de manera implícita, una definición, pero no está de más indagar cuáles son los componentes que la conforman. Quizás mediante la revisión y la consulta, los directivos descubran que existe un elitismo invisible para ellos, o que el lenguaje que se usa desde el museo evidencia un posicionamiento de alta cultura, o que las comunidades que se encuentran cercanas consideran al museo un ente extraño, desconectado… esos descubrimientos exigirían un replanteamiento de cómo se ha comprendido el museo y una nueva planeación estratégica que permita beneficiar, de manera más integral, a su público.

El trabajo de delimitar, de manera democrática, qué puede ser llamado “museo”, para/en El Salvador es necesario, justo y urgente. Dicho ejercicio puede dar pie a la fundación de otros museos de diferente naturaleza a los ya existentes, por ejemplo: la creación de museos comunitarios. Un proyecto de este calado en una sociedad tan fragmentada y herida como la salvadoreña operaría como un bálsamo curativo. Desde otros museos posibles se podría explorar la democratización, el empoderamiento, el reconocimiento, la proyección, la visibilización de la cultura a partir de los habitantes de las comunidades. En Centroamérica podríamos empeñarnos en emular otros modelos de países con realidades más similares a las nuestras, en México, por ejemplo, los museos comunitarios —iniciados en las décadas de 1970 y 1980— constituyen “uno de los fenómenos más destacados y reconocidos de la museología mexicana” (Ramírez, 2016. En Museos comunitarios mexicanos: entre espejismos teóricos y autonomías inexploradas).

Ensayar otras dinámicas más inclusivas y más justas de lo museal, exige comprender a los museos como entidades al servicio de la sociedad y no de pequeños grupos conformados por personalidades de renombre, de élite o especialistas. Que los museos institucionales sirvan para ejercer una especie de “tiranía cultural” debe de rechazarse. Jorge Luis Marzo expone que, si la presión de unos pocos se privilegia, el museo corre el riesgo de constituirse como “un espacio incongruente a la hora de expresar lo común, [por] fija[r] la moral pública en función de la gestión de las sensibilidades privadas, no la de los artistas, curadores y públicos, sino la de sus gestores”. (Marzo, J. 2014. En La exposición La bestia y el soberano en el MACBA. Crónica de un cortocircuito anunciado. Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte.)

En El Salvador, los museos deben volverse espacios necesarios: espacios en los cuales los públicos puedan explorar/se y resistir/se a partir de experiencias plurales relacionadas con la cultura y el arte. Esto nos convoca, pues revela la necesidad de implementar otras dinámicas —por ejemplo: laboratorios ciudadanos—, para democratizar la creación cultura y patrimonio.