Móvil: Renovado espacio para el Arte Contemporáneo se abre con Irina Kirchuk

Por Ana Martinez Quijano, Buenos Aires

Las curadoras Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte inauguraron con Móvil una modalidad de gestión que hasta hoy, no se conocía en la Argentina. El proyecto despuntó con la muestra Termo de Irina Kirchuk en CheLA, un edificio industrial de Parque Patricios.

Móvil: Renovado espacio para el Arte Contemporáneo se abre con Irina Kirchuk

La propuesta es ambiciosa. Las curadoras elegirán artistas en la mitad de sus carreras o emergentes capaces de crear una obra “clave” y significativa para sus trayectorias. La propuesta consiste en realizar exposiciones individuales en un espacio de mediana escala y ante los públicos más diversos, acompañadas por programas educativos de primer nivel. El paso por Móvil debe ser un hito.

Este tipo de plataforma, frecuente en Europa, EE.UU. y países de América Latina como Chile, Colombia, Brasil y México, recibió el apoyo de la coleccionista Erica Roberts, que posibilitó la puesta en marcha de Móvil. Luego se sumaron quienes aportan su oficio, su tiempo o su dinero y, sobre todo, el espacio de cheLA (Fabián Wagmister y Dara Gelof, dos argentinos radicados en el extranjero). Ahora ambas gestoras aspiran a generar un espíritu de pertenencia, quieren fundar un colectivo de amigos con distintas categorías de participación, que aporte fondos mixtos, públicos y privados, grandes y pequeños, temporales y permanentes.

Aguado y Molina Viamonte esperan remunerar su tarea en el futuro. Entretanto, presentan las primeras ediciones limitadas de Móvil: una serie de obras originales producidas por Rosana Shoijett y Erica Bohm, quienes tomaron fotografías durante una residencia, y por Kirchuk, que realizó una obra en medio de su muestra. Creado sin afán lucrativo, Móvil no apunta al mercado, pero el rédito se destinará al sostén de la producción y la exhibición de artistas en un período especial: su fase experimental. La venta de estas obras brindará continuidad a los nuevos proyectos.

Por su parte, Irina Kirchuk (1983) celebra con Termo la arquitectura industrial, interviene la sala con atractivos elementos que configuran una ambientación. La cuestión térmica expresada en el título de la muestra, se percibe en el derretimiento o ablandamiento de varios materiales. El calor excesivo ablanda las formas del plástico de alto impacto de las gradas amarillas que, así, adquieren la cualidad de la plastilina modelada con la mano. Una pared de plástico espejado y distorsionado atrae las miradas con sus brillos y ondulaciones. El inmenso paisaje de la sala está dividido por unas chimeneas de metal bañadas en polvillo rojo. El color resplandece. Las formas de dos lunas o ventanas redondas y las de una parrilla que recuerda vagamente la cocina que tenemos en casa, generan extrañamiento. Los objetos familiares adquieren una condición fantástica. La visión de la sala sorprende al espectador con el acontecer extraordinario de un mundo en estado de euforia. Kirchuk habla de las alucinaciones que pueden provocar las altas temperaturas. Y cuenta entonces la historia de “una ciudad en la que el calor parece hacer transpirar el asfalto, las superficies reflectantes disparan haces de luz, las lluvias feroces se derraman sobre las fachadas y los cuerpos transpirados…”.