ARCOmadrid 2020: ALFREDO JAAR, UNA LECCIÓN

Por Matías Helbig | febrero 29, 2020

La célebre galería alemana Thomas Schulte presenta un booth individual dedicado a la obra de Alfredo Jaar. Las cuatro obras seleccionadas, de alto contenido político, fueron seleccionadas por el propio artista.

Como sucede en toda feria de arte, la sobre-exposición de obras sin coherencia temática ofusca las líneas de trabajo de los artistas, cuyas producciones se pierden en una mansalva de imágenes. De ese modo las ferias de arte ponen de manifiesto los rincones más sombríos de la escena artística actual: una escena no tanto dominada por las exigencias del mercado, sino cómplice. Sin embargo, la propuesta traída por Maribel López, directora de ARCOmadrid 2020, ha dado lugar a que muchas galerías presenten booths individuales de artistas y que, en consecuencia, se imponga el valor intelectual sobre el rédito económico ―en la triste medida de lo posible, claro  .En función a ello, cabe destacar el sector que la galería Thomas Schulte, de Berlín, dedica al trabajo de Alfredo Jaar (Chile, 1956).

"Cien Años de Soledad", Alfredo Jaar. Ph: Thomas Schulte gallery.

Según explican los representantes de la galería en la feria, las obras exhibidas fueron seleccionadas por el artista. Los trabajos, todos con una alto contenido político, aluden principalmente a la crisis política denominada la Revolución de los 30 pesos que atraviesa Chile  en la actualidad. En ese contexto aparecen dos trabajos fundamentales de Jaar: ¿Es usted feliz? y Faces.

En plena dictadura del general  Pinochet (1973- 1990), un Alfredo Jaar de 23 años se lanzó a las calles en una encuesta pública sobre la felicidad. Distribuyendo pegatinas con la pregunta ¿Es usted feliz?, el joven artista desplazaba los espacios artísticos a la calle ― espacios públicos entonces tomados por el gobierno militar ― para resistir a la censura y devolver la libertad a los ciudadanos. Más tarde, exiliado por la represión y el rechazo del círculo artístico nacional, Jaar recuperó fotografías de medios extranjeros respecto a los asesinatos en Chile. Así, la serie Faces exhibe los rostros de familiares y desconocidos que acuden a entierros para reflejar el horror en los rostros de quienes vivían en carne propia la represión: una respuesta al anonimato de las víctimas y una demostración de que toda fotografía, por el mero hecho de interpretar un contexto histórico determinado, es un gesto político.

       

   

       

Las otras dos obras, si bien operan en líneas similares, están teñidas con un tono de denuncia mucho mayor respecto a la imposición del modelo político norteamericano sobre Sudamérica. Cien Años de Soledad es un letrero compuesto de dos frases: “Cien años de soledad”, iluminado con letras de neon blancas, y “No realmente”, en letras rojas. Citando el título de la novela de Gabriel García Márquez que marca el inicio del Boom Latinoamericano, Jaar coloca un grito sombrío y sangriento que refiere a la manipulación de los sistemas políticos latinoamericanos por parte de los Estados Unidos. Debajo del letrero yace la cuarta obra, September 11, completando el sentido de este. Apropiándose de un calendario de Coca Cola de 1973, Jaar interviene sobre este repitiendo la fecha 11 en todo el calendario desde el 11 de septiembre, fecha en que Pinochet ―con el apoyo de la Casa Blanca ― toma el poder. La fecha trágica se repite hasta el 31 de diciembre y contrasta con las estrategias de mercado orientadas a la “felicidad” que expresa el calendario de la compañía.

¿Por qué hablar de Alfredo Jaar en el marco de  ARCOmadrid 2020? Por dos motivos muy definidos. En primer lugar, la serie ¿Está usted feliz? interpela no solo la situación chilena actual, sino también el escenario político latinoamericano en general, desde una perspectiva de las libertades. En segundo lugar, entre tanta obra contemporánea  vacía de contenido ― y estoy haciendo aquí una generalización grosera ―, los trabajos de este grandísimo artista chileno nos enseñan a poner el ojo otra vez sobre lo esencial, por un lado, y a reconsiderar el arte otra vez como una herramienta política, tanto en el sentido individual como colectivo.