EL PEZ REY: EL POTENCIAL DEL ARCHIVO Y LA LEGITIMACIÓN DEL RELATO

Por Matías Helbig | septiembre 03, 2019

En plena Ciudad de Buenos Aires hay un pedazo de litoral. El susurro denso de los grillos del campo húmedo reproduce un eco exhaustivo. En la sala se proyectan los testimonios de dos señoras mayores. Leemos lo que dicen en subtítulos porque los videos están silenciados. Los bichos del humedal monopolizan el espacio: el sonido se hace casi material en la sala.

EL PEZ REY: EL POTENCIAL DEL ARCHIVO Y LA LEGITIMACIÓN DEL RELATO

Lo que se exhibe es un relato apropiado por versiones e interpretaciones diversas sobre un matrimonio de origen siciliano ―tal vez una de las pocas certezas― que viajó, en 1964, a Cañada Rosquín, en la provincia de Santa Fe, y transformó el pueblo con la megaconstrucción de lo que algunos suponían la piscina más grande de América. El Pez Rey y la Sociedad O.A.S.Y.S., de Jesu Antuña, recupera el registro fotográfico de la estadía de los Di Silvestro en Cañada Rosquín y, a través de los testimonios de sus coetáneos, revisita un relato ambiguo, pero aparentemente fundacional, de un pueblo, por un lado, y la locura de un inmigrante italiano por redimir un pedazo de humanidad con una “piscifactoría” que condesaba la salvación espiritual y material, por el otro. Un proyecto que oscilaba entre la industria y la religión, la ingeniería y el milagro, y que en el presente ― tal como su relato― solo permanece en la visión de una pileta desmesurada en medio de la llanura, como un oasis en el desierto, ahora privatizada para usos recreativos.

Jesu Antuña (Rosario, Santa Fe, 1989) se sumergió hace dos años en múltiples archivos de Cañada Rosquín para dilucidar el enigma de los Di Silvestro, un matrimonio que, en el delirio del siglo XX, creyó que podría industrializar e impulsar hacia el futuro de las sociedades modernas un pueblo del litoral argentino. De la misma manera, el artista entrevistó a quienes convivieron con Giuseppe Di Silvestro ― artífice de la obra que hoy caracteriza al pueblo santafesino― con el objetivo de reconstruir el relato más fidedigno respecto a la vida de los italianos.

En una sucesión de versiones y cruce de documentos, la historia se entorpece ―en un sentido práctico, ya que, por lo contrario, se enriquece infinitamente― con referencias que ubican al italiano muy cerca de una corriente primitiva del cristianismo. El criadero de pejerreyes ― la gran piscina―, apenas puesto en funcionamiento en 1964 y abandonado ya para 1968, asume un carácter mitológico de dos caras: la proeza bíblica de Di Silvestro, una suerte de ingeniero y jesuita moderno; la transformación de una comunidad en torno a una obra monumental y a la creación de un relato que redefiniría su historia. En esa búsqueda, la producción de Antuña y la puesta en diálogo que este propone entre los documentos, las fotografías, las referencias a Florian Paucke ― misionero jesuita que ilustró y describió a los indios mocovíes durante el siglo XVIII― y el cristianismo primitivo se resignifican en la transmisión oral de un acontecimiento incierto, si bien con características típicas del siglo XX, que fue apropiado por la cultura y la historia de Cañada Rosquín. A su vez, El Pez Rey y la Sociedad O.A.S.Y.S, tal como lo propone el crítico Boris Groys, concibe el archivo más que como “medio para conservar el pasado”, como una “máquina de transportar el presente hacia el futuro”[i] en un reclamo de la utopía, tan abandonada en la posmodernidad.

En una segunda instancia, el proyecto del artista rosarino plantea una reflexión respecto a la legitimación de los relatos. En la delgada frontera del documento y la ficción, Jesu Antuña establece (o no) el engaño. La exposición presenta diapositivas y fotografías ― además, claro, de los testimonios escritos de todos aquellos que conocieron a la pareja― de las fiestas y las salidas diurnas de los Di Silvestro durante su paraje en el pueblo. Sin embargo, salvo por la fotocopia de un documento expedido por el Registro de Contratos Públicos de Cañada Rosquín para la construcción de la pileta, el material exhibido no garantiza ninguna certeza. Sabiendo esto, el recurso de Antuña de introducir planos sin imagen en medio de los testimonios, quitar el sonido a las entrevistas proyectadas y presentar las narraciones a través de los subtítulos, ponen todas las hipótesis y versiones de los acontecimientos en manos del espectador. Este, de forma inevitable, hace una nueva apropiación e impulsa por enésima vez el relato de la estadía de un siciliano en Santa Fe a mediados del siglo pasado y refuerza, así, el potencial utópico del archivo” y atenúa “las posibilidades de traicionar la promesa utópica, ese potencial inherente a cualquier archivo más allá de cómo esté estructurado” históricamente[ii].

Hasta el viernes 9 de septiembre en Rocamora 4550, El Pez Rey y la Sociedad O.A.S.Y.S., producida por Jesu Antuña con la curaduría de Alfredo Aracil (A Coruña, España, 1984), es un proyecto de más de dos años que tiene, bien merecido, su lugar en la escena contemporánea argentina.

        

          *notas al pie

[i] Volverse PúblicoLas transformaciones del arte en el ágora contemporánea- Boris Groys; Editorial Caja Negra.

[ii] Volverse PúblicoLas transformaciones del arte en el ágora contemporánea- Boris Groys; Editorial Caja Negra.

             

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INFORMACIÓN GENERAL

El Pez Rey y la Sociedad O.A.S.Y.S, de Jesu Antuña con curaduría de Alfredo Aracil.

Del 29 de agosto hasta el 9 de septiembre en MM Gallery (Rocamora 4550, Villa Crespo, Ciudad de Buenos Aires).

Inauguración: jueves 29 de agosto a las 19:00 hs.                      

Entrada libre y gratuita.