“EN ESTA BIENAL, EL ARTE TIENE EL ROL DE ROMPER EL SILENCIO INSTAURADO”. ENTREVISTA A ALEXIA TALA

Por Ilaria Landini

Alexia Tala es curadora de la 22a Bienal de Arte Paiz que se está llevando a cabo en Guatemala hasta el 7 de junio. La bienal de Arte Paiz Guatemala es la más importante del país y la más antigua de América Latina.

“EN ESTA BIENAL, EL ARTE TIENE EL ROL DE ROMPER EL SILENCIO INSTAURADO”.  ENTREVISTA A ALEXIA TALA

Tuvieron que suspender la Bienal el año pasado por la pandemia. ¿Cómo fue enfrentar esta situación? ¿Qué cambios sufrió con respecto al proyecto que habían armado para el 2020?

Si, tuvimos que correr la fecha para el año siguiente. Fue lo que yo llamaría una negociación y una nueva postura hacia la incerteza. Perdimos varios patrocinadores ya que los presupuestos debieron ser reasignados para asuntos concretos en relación a la pandemia, por tanto nuestro presupuesto sufrió alteraciones. Por otro lado los once museos que ocuparían la bienal cerraron sin fecha de reapertura. Esas fechas las estuvimos barajando por muchos meses teniendo que finalmente desistir de algunos museos municipales que no tenían las condiciones de garantizar su uso y otros que simplemente ya tenían programación pactada para 2021.

Creo que dos palabras tomaron gran importancia en todo este proceso: precariedad y flexibilidad. Tuvimos que aprender a moldearnos a la situación, que cambiaba y sigue cambiando mes a mes, y aprender a trabajar de maneras más simples y menos perfeccionistas… Eso es algo que a mi me cuesta mucho pero lo logré y a pesar de que nadie nota esas pequeñas cosas que yo sí noto: resultó ser una bienal menos perfecta pero mucho más humanizada.

 

 

En una entrevista con ArteInformado dijiste que fue una situación oportuna para “re-pensar la bienal”. Tengo entendido que la bienal este año está enfocada absolutamente en lo local, es decir, en un proyecto educativo adaptado al público escolar y universitario de Guatemala. ¿Cómo ocurrió este giro? ¿Qué consecuencias tuvo?

Pues sí, en cuanto a las exhibiciones en sí mismas, lo que nos hizo la pista difícil fueron las limitaciones de viaje. Como he dicho anteriormente, estas limitaciones nos obligaron a pensar de forma Glo-cal (Global y local), es decir, nunca dejamos de lado la importancia de crear un diálogo internacional a pesar de que las condiciones inmediatas nos llevaron a ser locales. El proyecto educativo se reforzó y trabajamos más conscientes de las necesidades de alcance comunicacional.  La consecuencia o más bien el outcome fue haber tenido que realizar un profundo proceso de reflexión junto a mi co-curador Gabriel Rodríguez y a Cecilia Vilela quien organizaba el simposio para poder re pensar el modelo bienal y determinar cuáles serían los puntos que deberíamos trabajar con más fuerza.

Siento que dentro del cómo hacer una bienal hay una buena parte de creatividad y reflexión pero también hay otra más operativa que funcionaba casi en piloto automático, pues bien fue ese piloto automático es el que dejó de existir ante la pandemia y hemos tenido que pilotear manualmente sorteando todo lo que significa dirigir por un camino desconocido, no solo para nosotros sino para todos los que trabajamos en bienales. 

¿Cómo describirías cada eje de la bienal? (Universos de la materia, Pasados. eternos. futuros y Geografía perversa, geografías malditas).

Para mi la importancia de definir los ejes temáticos recae en que son una forma de poder armar una narrativa y hacerla más claramente visible al público. Al mismo tiempo los tres ejes no están de manera desconectada, sino que hay diálogo entre ellos. La bienal más que comprender la realidad actual, o de traer respuestas yo diría que destaca o hace visibles muchas preguntas que han estado silenciadas pero que son parte del contexto, no solo de Guatemala sino de América Latina en general.

Hicimos una investigación previa sobre el contexto de Guatemala, donde trabajaron investigadores, historiadores, arquitectos, etc. y desde ahí se pudo concluir en tres ejes que van desde asuntos de ancestralidad y sanación mediante la materia, temas que tienen que ver con el poder de la geografía, del norte sobre el sur, y también asuntos que se repiten en la historia y que para construir nuevos futuros debemos observar y meditar sobre los saberes ancestrales.

 

 

¿Cómo se construyó el simposio?

El simposio fue un momento muy importante en la bienal, donde todos los asuntos abordados nos llevaron a observar el planteamiento de la bienal. Un lugar lleno de preguntas y con una multiplicidad de voces que no pretenden dar respuestas pero sí levantar aún más preguntas.

Fue un espacio de apertura a la diversidad: de raza, de visiones de mundo, de diferentes formas de vidas posibles de convivir. Una performative lecture del artista Holandés Jonas Staal abordó cómo el poder de las empresas trillonarias en el mundo comanda la dirección de nuestras vidas y nos dejan con la pregunta de qué pasaría y cual sería una forma de organización comunitaria de los 2.500 millones de personas ante la posibilidad de convertir Facebook en una empresa donde todos los usuarios fuéramos socios.

 

¿Y cómo describirías la distribución de los diversos paneles?

Los paneles tuvieron abordajes muy distintos, como los contextos de Panamá y Guatemala, mediante una historia de exhibiciones y por medio de una colección. Estos países son espejos de gran parte de los países latinoamericanos, donde la frontera es un espacio habitable, es un territorio y no es un límite. Algo que estas fronteras invisibles tienen en común es que nos hablan de segregación política ya que tienen el componente de la racialización y desigualdad como frontera.

Otro panel tocó temas sobre cómo se construye la mirada sobre ciertos grupos desde el poder y de cómo occidente ha construido una forma de identidad a su conveniencia. En las políticas de estado de la mayoría de países del Sur Global, siempre se invisibiliza el hecho de que el indígena ha estado toda la vida en una resistencia hacia diversas formas de despojo. Y en el último panel ambas ponencias nos hablaron de cómo es la relación con la arquitectura y con las plantas tanto en la cultura Maya como en la afro atlántica.

 

¿Qué rol tomó la arquitectura dentro de la idea general?

Vimos a la arquitectura como un ejercicio para entender cómo son las formas de organización comunitaria  y la importancia que se le da a la escucha, y sobre procesos de sanación física e histórica (mediante el uso de plantas) a nivel simbólico de edificios que se convirtieron en símbolos de esclavitud y de poder.

 

Sos de nacionalidad Chilena y estás curando un evento artístico en Guatemala, también fuiste curadora del sector Solo en SP_arte en São Paulo. Me interesa este concepto de voces latinoamericanas que se entrecruzan y dialogan, ¿cómo lo ves vos?

Bueno, yo viví en Inglaterra varios años y desde mi regreso siempre me plantee un trabajo regional en América Latina. En los últimos 15 años he trabajado en 5 bienales y trienales y esto me ha permitido estar muy al día en términos de investigación de producción artística, veo claramente los puntos donde el arte es a veces homogeneizado pero también claramente donde están las especificidades de los distintos territorios de nuestro continente que determinan la producción artística y cultural de cada lugar.

A nivel latinoamericano, la identidad es un asunto muy presente en las producciones artísticas especialmente cuando abordan la diversidad étnica y social y por otro lado la historia compartida de violencias tanto racial como política de la región, los diálogos se dan en las diversas formas de abordaje, en los diversos intereses de los artistas y en sus lenguajes, que se ven influenciados por sus propias experiencias de vida en sus lugares determinados.

 

Has desarrollado un trabajo de investigación posicionándose en las Bienales, ¿que es lo que más te interesa de ese campo?

Las bienales las veo como un gran laboratorio donde se puede trabajar más allá de los límites del arte, puedes trabajar transdisciplinariamente, y crear formatos no convencionales. Me interesa cuando las exhibiciones son el resultado de algo procesual donde existe conocimiento, relaciones e interrelaciones con a veces otros campos y no solo el del arte, pero lo que pasa durante los dos años previos para mi es parte tan integral del evento como lo son las exhibiciones. Me interesa la idea de sumergirme en un nuevo contexto para entregar un proyecto que no es ajeno a sus comunidades.

Como en todo proyecto se trazan ciertas directrices y uno intenta no perderlas de vista pero en una bienal hay muchas licencias para tomar desvíos para hacer cambios y para hacer adaptaciones a situaciones, obras o artistas que aparecen cuando uno no lo espera. En pocas palabras, mi manera de trabajar y que es lo que me interesa de las bienales es estar en un constante intento de que el framework curatorial nunca me atrape.

 

¿Cómo ves a la Bienal de Paiz, posicionada dentro de las Bienales en América Central y América del Sur?

La Bienal de Arte Paiz- Guatemala es una bienal muy antigua pero que solo en sus últimas 6 ediciones se está abriendo a convertirse en una bienal internacional. Ese cambio ha sido paulatino y ha ido creciendo en cada edición. Al contrario de la Trienal Poligráfica de San Juan, América Latina y El Caribe en la que trabajé hace unos años; esa trienal en un momento determinado hizo un cambio rotundo de dirección y de posicionamiento liderado por Mari Carmen Ramírez. Siento que la Bienal Paiz tiene el potencial para establecerse como una bienal referente dentro de otras bienales de la región.

En la presentación de la bienal (a la cual no pudiste asistir pero acompañaste a través de un video) se dijo que uno de los ejes más importantes era abordar la violencia de los derechos humanos en Guatemala y mencionaste la importancia y la necesidad de la libertad de expresión cultural.  Sin embargo, en Latinoamérica aún sigue habiendo un alto grado de violaciones a los derechos humanos (entre ellos censura, pobreza e inmigración). ¿De qué manera se propusieron tratar este tema tan delicado? ¿Qué rol pensás que juega el arte ante estas situaciones?

Ciertamente Latinoamérica está en una constante histórica de violaciones a los derechos humanos y a todo lo que eso conlleva. Nos propusimos abordarlo de la manera más respetuosa posible haciendo de la bienal una plataforma para que múltiples voces se expresaran, muchas de ellas ya lo hacían desde lugares muy tímidos, de alguna manera los diálogos llevaron a una cierta pérdida de temor y de sentir que ese romper el silencio se hacía de manera colectiva. En esta bienal en específico, el arte tiene el rol de romper el silencio instaurado. La política del silencio en países como Guatemala es difícil de quebrar pero es muy necesario hacerlo.

Y hablando del rol del arte por el que también me preguntas, sobre lo que escuchaste en ese discurso de apertura, yo me refería exactamente a eso, me refería a la apertura de la propia Fundación Paiz a dar la libertad a la curaduría para abordar temas tan complicados como estos. Yo estoy de verdad admirada y agradecida porque pudimos llegar a puerto con esta bienal llevando estos asuntos ya que además del público general que ha recibido muy bien las muestras es también a la elite que al mismo tiempo se pretende sensibilizar. Ese es el rol del arte.

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