María Freire

Sin claudicaciones

Por Alicia Haber | mayo 18, 2010

Cruzada fundamental del arte abstracto geométrico en Uruguay, la pintora y escultora Maria Freire (1917) sigue siendo una de sus eximias representantes. Formó un dúo junto a su compañero José Pedro Costigliolo (1902 - 1985) y ambos estuvieron a la cabeza de uno de los movimientos más relevantes, que comenzó en los años 50 y siguió desarrollándose con diferentes modalidades a lo largo del tiempo y a través de las expresiones de variados creadores nacionales.

Variant, 1973. Acrylic on canvas. 46.41 x 37.05 in. Variante, 1973. Acrílico sobre tela. 119 x 95 cm

Planismo, cubismo, arte africano, están presentes en su formación como forma de acercarse al arte alejado de la representación tradicional. Estudió en el Círculo de Bellas Artes con Guillermo Laborde, cultor del Planismo, movimiento uruguayo sintetizador de las formas, realizado en base a planos de color para mantener la frontalidad. Luego Freire admiró el cubismo y el arte africano y se orientó a la abstracción. Es llamativo que ya en los años 40 creara una serie llamada Abstracciones.

Su despegue total de lo referencial se produjo en los años ‘50, cuando desembarcó en la abstracción geométrica. Su relación afectiva y profesional con Costigliolo fue fundamental en ese momento de despegue. A través de su compañero y colega, mucho mayor que ella, fue incrementando su atracción por el arte geométrico y conoció más profundamente sus preceptos.

Desde los años 40, Costigliolo había comenzado a familiarizarse con las diversas corrientes constructivas y neo-plasticistas a través de intensas lecturas. Le fascinaban las ideas y composiciones de Kazimir Malevich, Vladimir Tatlin, Nahum Gabo, Nikolaus Pevsner y El Lissitzky. Particularmente interesantes le resultaban las contra-composiciones de Theo Van Doesburg, quien en 1930 emitió un manifiesto en el que determinaba las características del arte concreto, tan atractivas para Costigliolo.

A comienzos de la década del 50, Costigliolo inició una línea creativa francamente geométrica, en la que el referente ha sido descartado y la composición está regida por ortogonales. Al conocer a María Freire ya estaba en esa senda. A partir de entonces, ambos dialogaron intensamente sobre la obra y la teoría de los abstractos europeos admirados, diálogo que continuó durante décadas. A pesar de formar una pareja de artistas, Freire y Costigliolo siguieron cada uno caminos expresivos propios, siempre fieles a la abstracción geométrica. La producción de María Freire tuvo un sello inconfundible. Y es notable cómo mantuvo su independencia creativa al lado de una figura tan reconocida como Costigliolo, en un mundo en el que las artistas mujeres aún carecían de protagonismo. Gracias a su pasión y su fuerza, ni el ambiente ni los prejuicios lograron que la figura de su compañero la opacara ni que él, consciente o inconscientemente, influenciara su lenguaje expresivo que resulta tan personal. María Freire es también un ejemplo de autonomía para los estudios de género femenino en el arte moderno. En 1952 se produjo un acontecimiento importante para María Freire; se realizó la 1a. Exhibición de arte no figurativo. Agrupó a algunos pintores y escultores que trataban de crear un arte esencial no referencial. Exhibieron María Freire y Costigliolo en un conjunto más amplio. En 1953 expusieron bajo el lema “Arte No Figurativo” una serie mucho más vasta de creadores, y entre ellos están Freire y Costigliolo. En 1955 ya son “19 artistas de hoy” que exhiben en el Salón Municipal, encontrándose entre ellos, una vez más, Freire y Costigliolo. De ese grupo sólo continuaron una línea neoconcreta o neogeométrica con coherencia, rigor y continuidad, sin claudicar a lo largo de décadas, Costigliolo, Freire y Antonio Llorens.

Otro mojón fue la Bienal de San Pablo de 1953. Ya inseparables, Costigliolo y María Freire se deslumbran en San Pablo, donde pudieron apreciar directamente obra de Piet Mondrian, Theo Van Doesburg, Friederich Vordemberge Gildewart. Cuando ya estaba comenzada su producción geométrica, María Freire tuvo oportunidad de ver una gran selección de arte contemporáneo en la inolvidable Bienal de 1953. Ella siempre se refiere al impacto que le produjeron las pinturas de Vordemberge-Gildewart, el creador del Arte Absoluto, el pionero más importante del arte concreto en Alemania. Ese enriquecimiento visual se completa luego con viajes a Europa, y con una profunda formación en la que tuvieron mucha importancia los estudios de historia del arte de Freire, quien ejerció la crítica de arte en el diario “Acción” (1962-1973) y además fue docente de Historia del Arte.

Había, al mismo tiempo, un zeitgeist (un espíritu de la época) rioplatense al que no fue ajena, en lo que tiene que ver con la abstracción geométrica y el arte concreto, que se manifestaron con fuerza en San Pablo, Buenos Aires y Montevideo. En el caso de la escultura, ella estuvo a la cabeza del uso de los nuevos materiales no tradicionales proclamado por esos movimientos.

Freire también entabló, asimismo, una relación de amistad con su colega uruguayo Rhod Rothfuss. (Carlos María Rothfuss, Montevideo 1919-1969), uno de los fundadores y teórico significativo del movimiento Madí argentino, quien ejerció la docencia en la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento, donde dialogaron sobre arte. Ella era allí profesora de Dibujo de Enseñanza Secundaria y de Historia y Cultura Artística en el Bachillerato de Arquitectura. Por otra parte, luego mantuvo una larga relación amistosa y profesional con el argentino Gyula Kosice, también figura clave en el movimiento Madi, quien estuvo siempre muy cercano a los uruguayos. En Montevideo hubo inclusive un capítulo Madí que duró muy poco. María Freire hizo construcciones sin volumen de comienzos de la década del 50 que ella misma titula “Madí”, aunque nunca se afilió al grupo y se mantuvo dentro del arte no figurativo concreto.

A partir de todas esas primeras etapas, se van definiendo las destacadas series de María Freire, quien hace un aporte idiosincrásico y único al arte uruguayo abstracto-geométrico. Freire cultiva tanto la pintura como la escultura a lo largo de su extensa trayectoria y siempre lo hace siguiendo la estructura de series.

Gran depuración formal es el sello de las primeras pinturas de la década del 50. Contrastan formas geométricas como el cuadrado sobre un planismo total. Freire creaba cuadrados de diverso tamaño que se interpenetraban de manera dinámica en base a disposiciones oblicuas en la superficie plana de la obra. En otros lienzos, líneas delicadas sobre un soporte homogéneo logrado con laca a la piroxilina se destacan con leve sugerencia. Son éstas algunas de las obras más notables de su trayectoria dentro de una estética de relaciones elementales y puras. De ahí en adelante se produjeron mutaciones. “En las series ́Sudamérica ́ y ́Capricornio ́” - expresa Freire - sentí que el artista no puede ser esclavo de una idea, de una tendencia, ni ser infiel a las transformaciones de su pensamiento, de su sentimiento, de su actitud conceptual. Fue en esa época cuando el signo como elemento expresivo y pictórico me fascinó. El signo como pensamiento real, que significa por sí mismo”. Sentimientos y posturas vitales devinieron para ella muy importantes en determinada etapa de su vida y este pensamiento así lo trasmite. Sintió la necesidad de adoptar un elemento simbólico que los manifestara: para ello abordó el signo desde 1957. Es así que en las series Sudamérica y Capricornio opera a través del lenguaje sígnico. Los suyos son signos muy depurados que están alejados radicalmente de los referentes naturales. Sufren sutiles variaciones: en ocasiones se repiten como módulo, pero hay veces que abarcan con intensidad el campo visual de la obra. Con acrílico, María Freire creó superficies muy tersas adecuadas al arte basado en formas acendradas y la geometría se vitaliza con elementos curvilíneos que la alejan de la austeridad de sus primeras etapas. En Capricornio se observa la sensualidad de la línea curva, y la propia artista la vincula con el arte maorí. El color adquiere un papel predominante desde entonces. Interesada en el op art (arte óptico), Freire fue permeable más adelante a algunos de sus postulados y creó vibrantes estructuras visuales que juegan con la luz y los efectos de sutil inquietud cromática lumínica en sus obras de los años 70 y 80. Es la época de las series Córdoba, Vibrante y Radiante, cuando el signo desaparece como tal para devenir luz - color- energía, demandando una actividad más intensa del espectador. La severidad de sus primeras series, que había ido disminuyendo, aquí ya desaparece. En la década del 90 vuelve con renovada energía la potencia sígnica de gran intensidad cromática. Dentro de la línea geométrico-abstracta, Freire es una investigadora incesante.

María Freire ha hecho un aporte singular al arte concreto sudamericano subrayando la tersura de las superficies y la pureza de las esculturas para luego ser abanderada temprana del arte óptico- cinético. Hoy opina: “al final de mi trayectoria lo que deseo es que mis pasión no se apague y terminar mi obra con la misma convicción y exigencia de siempre”.

Perfil :

Maria Freire nació en Montevideo el 7 de noviembre de 1917. Entre los años 1938 y 1943 estudió escultura y pintura en el Círculo de Bellas Artes y en la Universidad del Trabajo. Luego de obtener la beca “Gallinal” en 1957, viaja a Ámsterdam y París. Ha sido profesora de Historia y Cultura Artística de alumnos de Arquitectura, y de Dibujo en la enseñanza secundaria. Fue crítica de arte del diario “Acción” desde 1962 hasta 1973. En 1952 fue cofundadora del Grupo de Arte no figurativo junto a José Pedro Costigliolo.
Entre los años 1954 y 1992 realizó 17 exposiciones individuales en Montevideo, San Pablo, Río de Janeiro, Buenos Aires, Barcelona, Bruselas y Washington. Desde 1953 hasta 1972 participó en diversas exposiciones colectivas y salones nacionales y municipales de artes plásticas. Entre sus participaciones cabe destacar la XXXIII Bienal de Venecia (1966); Cuatro Pintores Latinoamericanos (San Pablo, 1980); From Torres García to Soto (Washington, 1992); Arte Latinoamericano (Londres, 1996), entre muchas otras. Entre los premios recibidos figuran el Premio de Honor en la Bienal de San Pablo (1957); Primer Premio (Acuarela) en el Salón Nacional (1961); Premio al Tema Libre (Dibujo) en el Salón Nacional (1964); Gran Premio de Pintura en el Salón Nacional (1968); Gran Premio de Pintura en el VII Salón de Primavera de Salto (1978) y el Premio Figari (1966). La obra de Maria Freire forma parte de las colecciones en museos de Uruguay, Brasil, EEUU, España y Reino Unido.