Karina Peisajovich

Resplandores maravillosos ó Brillos inesperados

| junio 01, 2011

Las sorprendentes y deslumbrantes intervenciones lumínicas de Karina Peisajovich construyen espacios y discurren acerca de las posibilidades perceptivas de los mismos, abordan preocupaciones vinculadas con la visión, con la relación directa entre la imagen y el ojo. “Mi trabajo está ligado a los experimentos modernistas con la abstracción y la percepción y a mi formación temprana en la pintura y el teatro alternativo. Del teatro tomé algunos dispositivos escénicos como el espacio y la luz, que al trasladarlos al lenguaje visual, cobraron entidad y se volvieron la materia de la obra”, afirma Peisajovich. Espacio, luz y color en su última y bella exhibición, el proyecto RGB / CMY (2011) que, con sus fascinantes resplandores, permitió sentir el hecho físico de la luz; impresionó a los espectadores de la sección “U-TURN Project Rooms by Mercedes-Benz” en la feria arteBA, Buenos Aires, presentado por galería Vasari y seleccionado por la curadora Abaseh Mirvali. Se trata de una proyección de seis haces rectangulares de colores luz sobre un mural pintado en diferentes tonos de color pigmento, de alrededor de 1,50m x 3,50 metros, en una sala de 6 x 7 metros.

Color making machine (eight-movement suite), 2010. Light projection. Shown at the exhibition “Theories”. Recoleta Cultural Center. Máquina de hacer color (suite para ocho movimientos), 2010. Proyección de luz. Dentro del marco de la muestra “Teorías”. Centro Cultural Recoleta.

El espacio coloreado creado por Peisajovich estimuló dinámicas respuestas sensoriales, invitó a gozar el seductor vínculo entre luz y forma antes que a descifrar el título de la pieza: RGB / CMY; que alude al modelo de color luz RGB (iniciales en inglés de red, green, blue), rojo, verde y azul que suman luz y a su fusión con CMY (cian, magenta y amarillo), los tonos del modelo de color pigmento que la sustraen y resultan en neutro. “En la obra superpuse estos esquemas - color luz y color pigmento- que se afectan mutuamente. Las combinaciones de color nunca se repiten; no son el resultado de un interés por una propuesta estético-cromática, sino que se producen aleatoriamente por la incidencia del color luz cambiante (proveniente de los proyectores) sobre los tonos pintados en la pared”, explica la artista. En la obra de Peisajovich confluyen el interés por seguir indagando sobre el color, constante desde su primera muestra de pintura en 1996, y su curiosidad por pintar también con luz; luego de más de 12 años de trabajo con luces y materiales eléctricos, ella sabe más de cuestiones técnicas que un electricista diplomado. “La investigación es la obra misma” decía en los años noventa la artista que siempre disfrutó el momento de hacer, mezclar, el color, del brillo, y que evidencia su placer tanto ante la consistencia del óleo fresco como la inmaterialidad de la luz.

Factor decisivo

Peisajovich presentó sus primeros experimentos con luces en 1999, luego de haberse hecho conocida por gigantescas pinturas de autorretratos, por sus objetos en acrílico, por escenografías y vestuarios para el teatro. Fue en el sótano de la galería Belleza y Felicidad (Buenos Aires) donde desplegó Luces, proyectores de diapositivas con imágenes abstractas y distintos dispositivos lumínicos que inauguraron el camino por el que transita actualmente, jugando seriamente con la luminosidad y con la oscuridad en instalaciones que invitan al espectador a recorrerlas y a revisar certezas acerca de lo real y lo artificial.

Tras años de estudio, insistencia y residencias de artistas en el exterior, el logrado refinamiento de los procedimientos que alcanzó la artista se verificó en Ogród (2004, Bienal de Lodz Polonia), y en instalaciones análogas que mostraron el resultado del cruce entre el espacio arquitectónico y el espacio representado. En esta instalación de luz y pintura todo parecía estar a la vista (cables, dispositivos lumínicos, pinturas), pero gracias al talento de Peisajovich la obra se presentaba como un atractivo y enigmático paisaje, una configuración con formas geométricas y líneas paralelas pero convergentes que provocaban al ojo, se esfumaban y vibraban con fulgores diseminados estratégicamente.

Precisamente, las vibraciones de luz que cambiaban de tono lentamente a partir de una serie de dispositivos, que incluyeron filtros de color y un regulador de energía, fueron centrales en la magnífica instalación Todas las imágenes del mundo (2006), exhibida en Iluminaciones, el programa Contemporáneo de Malba, Buenos Aires. La diversidad en la intensidad de la luz y las sucesivas alteraciones de la energía inauguraron un nuevo territorio donde se descubrían ciertos modos del movimiento, reforzando la idea del espacio arquitectónico, ¿del espacio interior? Los destellos y las sombras, con sus profundidades desorientadoras, y la interacción del espectador, con su presencia física y mirada morosa, contribuyeron alternativamente a la formación y disolución de nuevas estructuras espaciales, de formas y objetos. Encandilando y regocijando, los brillos de la instalación Cascada (2006) se asomaron como una celebración a través de sucesivos chispazos, también derivados de la programada alternancia de la corriente. Concreta y etérea, Figura rosa (2009) fue distinguida con el Tercer premio a las Artes Visuales Fundación Andreani, expuesto en el Museo Emilio Caraffa, Córdoba (Argentina). En esta obra con marco de madera recortado a la manera Madí, Peisajovich no pintó con luz un campo completo sino que coloreó un “marco de luz” que, incluso, impactó y sedujo por sus grandes dimensiones (190 x 80 x 10 cm.).

Las cavilaciones de Peisajovich sobre el color fueron puestas en escena incluso en Teoría del color (2010), una constelación de 14 pequeños dibujos en los que utilizó formas que trabajaron con los distintos modelos, armonías, espacios de color, con el círculo cromático. Fueron presentados, en el Centro Cultural Recoleta, en la sala contigua a la hipnótica instalación Máquina de hacer color (suite para ocho movimientos), 2009, en la cual la artista exhibió igualmente su pensamiento ideando una proyección de luz emanada de ocho focos con colores y formas redondas que al encontrarse flotaban, se fusionaban, disociaban, bailaban, y componían una silenciosa sinfonía. La cadencia cromática bien puede asociarse al interés por la música que movilizó intensa y tempranamente a la artista, que solía tocar la batería y hasta soñaba con formar una banda de rock. Peisajovich creó una variante de la misma Máquina de hacer color (suite para cinco movimientos), proyectada ahora sobre el cielo raso, para el Museo Experimental El Eco, México D.F.

Mientras prepara dos muestras individuales para el 2012, en galería Alejandra Von Hartz, Miami, y en Galería Vasari, Buenos Aires, Peisajovich sigue pintando con luz y con pigmentos en la convicción de que en su mutua contaminación encubren sus orígenes para crear mundos nuevos, suscitar sensaciones estéticas y sentimientos poéticos maravillosamente inesperados.

Perfil:

Karina Peisajovich nació en Buenos Aires en 1966. Estudió en Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón (1988), participó en residencias para artistas: Beca Kuitca (1994-1995); ART OMI, International Residency Program (1999); beca Comisión Fulbright/Fondo Nacional de las Artes (Argentina) para el programa ISCP, International Studio and Curatorial Program (2002). Entre otras individuales, exhibió Influyentes e influidos (2008) y Fade (2006), Galería Braga Menéndez (Buenos Aires); Lokalt landskab (2004) en Paintbox Extensions (Copenhague); Dentro del Aire (2003), Newman Popiashvili Gallery (Nueva York); Paisaje Doméstico (2002), Casa de América (Madrid). Entre las colectivas: SmArt, Dade College, Miami (2010); 7ma Bienal do Mercosul, Grito e Escuta (2009), Porto Alegre; Beloved Structure: the Argentine Legacy (2009), Alejandra Von Hartz Gallery, Miami; Iluminaciones (2006), Malba-Fundación Costantini, Buenos Aires; Surface Charge (2005), VCU Anderson Gallery, Richmond; The Shadow (2005), Vestsjaelland Kunstmuseum, Sorø; The Force, Gale Gates, Nueva York, (2002; El ojo del que mira. Artistas de los noventa (1998), Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires.