Noemí Ruíz

Óptica interior y visión lírica

Por García-Gutiérrez, Enrique

Si para algo sirven las categorí­as artí­sticas reconocidas por la crí­tica del arte occidental, en un esfuerzo por ordenar el extenso panorama de su variada historia, es para evocar en pocas palabras lo que requiere mucho más pensamiento y comentario que el posible en un momento dado.

Noemí Ruíz
Si para algo sirven las categorí­as artí­sticas reconocidas por la crí­tica del arte occidental, en un esfuerzo por ordenar el extenso panorama de su variada historia, es para evocar en pocas palabras lo que requiere mucho más pensamiento y comentario que el posible en un momento dado. Decir que Noemí­ Ruiz es una artista dedicada a la abstracción pictórica y que proyecta un lirismo romántico por medio de su luminosa y colorida paleta, de fuerte dinámica gestual, es tan sólo reconocer los rasgos salientes de su vasta producción por más de cuatro décadas. En los últimos veinte años ha fraguado un estilo, de excepcional mérito plástico, con una impronta tan personal e inconfundible, que serí­a difí­cil argumentar sobre posibles influencias o tangencias con la obra de otros artistas contemporáneos: se advierten, sin embargo, sus simpatí­as cultas por grandes maestros del arte latinoamericano que han sido selectivamente asimiladas en su trabajo.
Los dieciseis lienzos que se exhibirán durante el mes de octubre en la galerí­a Biaggi Faure en San Juan, Puerto Rico, son una reafirmación de su compromiso con los cánones estéticos del arte no objetivo, y con una técnica de invención propia convertida en medio expresivo, que parece ser fuente inagotable de energí­as intelectuales y visiones plásticas para manifestar sus sentimientos. Sustituyendo los pinceles por un rolo y utilizando un bastidor giratorio de su propia invención, Noemí­ Ruiz desafí­a las coordinadas usuales dictadas por los cuatro lados del lienzo y se adentra en mundos de espacios imaginarios de gran complejidad y belleza.
La óptica de Noemí­ Ruiz, literalmente su arte de visión y su visión de arte, es de origen interno, un fenómeno cerebral y analí­tico que traduce las posibilidades inherentes en los colores en una gama expresiva de discurso analógico con la realidad y la naturaleza circundante, pero que incluye, también, coordenadas asociadas con la música y la poesí­a ?ritmo, formas disciplinadas, estructuras coherentes y unitarias?. Su visión, la que materializa sobre papel y lienzo, es efusión de sentimientos orgánicamente organizados que se originan en la contemplación de lo cotidiano y personal, y son elevados a unas dimensiones siderales que brotan de sus imágenes de fuerte dinámica gestual. Ritmo de azules; Formas flotando en el espacio y soplo de vida; Estudio: composición de formas y color; Tiempo y espacio: plano sideral I y II; son algunos de los tí­tulos que ilustran su modo de pensar, la reflexión inicial generadora de la imagen correspondiente y su plasmación en un discurso no objetivo.
Si se me permite parafrasear unos comentarios que escribí­ hace algunos años, la obra presente como la anterior, es urdimbre de matices y luces exquisitamente calibrados que dialogan entre sí­; el gesto de movimiento aerodinámico va formulando las imágenes conceptuales y materializando los sentimientos de introspección que habitan el espacio universal de lo finito e infinito, proyectado en una superficie plana? de eso trata el arte de Noemí­ Ruiz. Su maestrí­a en colocar trazo sobre trazo de acrí­licos transparentes, exquisitas veladuras que maneja como si fuera óleo el medio, es contrastada con áreas de opacidad contiguas, desarrollando un drama de confrontación entre la profundidad sugerida y el plano pictórico real. La tramoya visual generada por el desplazamiento del color y de las luces contrastadas con profundas sombras, sumada a un insistente elemento linear que define los contornos rectilí­neos y curvos del trazo del rolo, ofrece un espectáculo de dramática dinámica plástica y aní­mica.
En repetidas ocasiones Noemí­ se ha manifestado subrayando su identidad con la isla y el pueblo que son su patria, advirtiendo que su modo expresivo, a pesar de ser no representativo, está arraigado profundamente en sus vivencias como puertorriqueña. ?Yo nunca he pensado en mi pintura como foránea. Yo soy puertorriqueña y siento y hago mi pintura aquí­. De eso me siento segura, porque estoy consciente de que mi pintura se ha movido conmigo, no como van cambiando las modas. Mi pintura ha ido cambiando con Noemí­ Ruiz, no con los pintores de Nueva York.? Estas palabras dichas a la historiadora y crí­tico de arte, Marimar Bení­tez, hace tres lustros, siguen siendo ciertas y ejemplificadas con la insistencia de la artista, como en la muestra presente, al titular sus pinturas con referencias indí­genas: Paisaje cambiante ?el paisaje de mi isla no siempre es verde; Tierra caribeña, textura y calor; El intruso coquí­, etc. La distinguida crí­tica de arte e historiadora de la República Dominicana, Jeannette Miller, autora de la excelente monografí­a de la artista publicada en 1996 (de donde proviene la cita anterior y la que sigue), ha señalado lo siguiente: ?Porque lo importante es que Noemí­ Ruiz, figurativa en los inicios, abstracta durante treinta años, últimamente trabajando una abstracción figurativa, demuestra a través de la historia visual que narran sus obras, una inquebrantable fidelidad a sí­ misma, y ella como ser humano, como mujer, como docente, como artista, como puertorriqueña...? No creo que pueda mejorar el elogio merecido y me limito a unirme a esa apreciación que sigue igual siete años después y que está documentada en la excelente muestra actual.