El arte Democrático

Incisivas y poéticas, las fotografías del cono sur muestran una diversidad de expresiones con sello propio

Por Verlichak, Victoria

Desde su nacimiento hace más de 150 años, la fotografí­a -el llamado "arte democrático"- ha maravillado con su capacidad de inmortalizar rostros y paisajes, emociones y momentos tanto públicos como privados.

El arte Democrático

Desde su nacimiento hace más de 150 años, la fotografí­a -el llamado ?arte democrático?- ha maravillado con su capacidad de inmortalizar rostros y paisajes, emociones y momentos tanto públicos como privados.
Primero utilizada sólo como documento y testimonio, la fotografí­a es también la posibilidad de la trascendencia. En una alianza de extremos, ní­tidos o desdibujados, planos o con texturas, directos o manipulados, los trabajos basados en fotografí­as de los artistas de América Latina son incorporados con mayor frecuencia a colecciones, museos y galerí­as.

Cuando a mediados de los años noventa giró por el sur del continente la muestra ?Photoplay?, su curadora Lisa Phillips se aproximó al concepto central que informa el trabajo de centenares ¿miles? de artistas en la actualidad. ?Lo que distingue la nueva fotografí­a de la práctica tradicional es el cambio en énfasis que ya no reside en tomar la fotografí­a sino en hacer la fotografí­a. La ambición convencional de captar la composición perfecta en una sola toma -que Cartier Bresson resume en el aforismo de momento decisivo-, ha sido objeto de duda y revisión a medida que los artistas de hoy, que trabajan con la fotografí­a, sistemáticamente desafí­an toda suposición acerca del medio?.

Las condiciones de producción y el concepto de esta tendencia -que aunque apareció hace más de 30 años, actualmente tiene un inusitado protagonismo- libera a los artistas de la preocupación de dar testimonio; aun cuando muchos siguen trabajando de esa manera, como el reconocido fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, que ofrece en sus obras un panorama del mundo a menudo desesperante, y también, por momentos, esperanzado.
Ése es también el caso de Marcelo Brodsky (Argentina) y Juan Ángel Urruzola (Uruguay), quienes, aunque con distintas aproximaciones, han realizado ensayos fotográficos notables referidos a la tragedia de los ciudadanos desaparecidos por razones polí­ticas en el cono sur. Las impresionantes fotos de Urruzola -que trabaja el concepto de serie y realiza tomas directas que luego ?escanea? y retoca digitalmente- muestran a los sufridos, pero no vencidos, parientes de personas desaparecidas sosteniendo las fotos de sus seres amados, con vistas de Montevideo o del vasto Rí­o de la Plata detrás.

Producto de la técnica tanto como de los sentimientos, lejos de haber perdido su especificidad, la fotografí­a participa con más fuerza que nunca en el relato de los artistas contemporáneos. Como anteriormente el grabado -según el historiador Leo Steinberg- la fotografí­a es actualmente ?el sistema circulatorio de las ideas en el arte?, y por eso notables grabadoras como Liliana Porter y Matilde Marí­n, y pintores, como Juan Doffo, utilizan también la fotografí­a en su obra. La pérdida de lí­mites entre lenguajes diversos permite a los artistas exponer sus ideas con imágenes fotográficas combinadas con otras formas del arte como el dibujo (Juliana Rosales en Montevideo), la pintura (Eduardo Médici en Buenos Aires), o el grabado (Graciela Sacco en Rosario).

Una recorrida por los distintos sitios de exhibición de la Argentina, Brasil, Chile y Uruguay permite verificar la extensión de este fascinante y rico fenómeno entre los artistas que viven y trabajan en sus paí­ses de origen, en donde algunos siguen eligiendo el lenguaje fotográfico puro, como en el caso de Rochelle Costi (Brasil). Ella retrata en color, en toda su reveladora simplicidad, los cuartos interiores de viviendas corrientes o platos de comida tí­pica. Se ha dicho que su aproximación es, de alguna manera, etnográfica, ya que su serie de dormitorios se constituye en un í­ndice de los usos y costumbres actuales de San Pablo. Otros artistas manipulan la imagen digitalmente, como en el caso de Marcos López (Argentina), que sobresale por la exageración y la crí­tica social que destilan sus fotos, escenificando temas de este tiempo y galerí­as de estereotipos, lo auténticamente decadente y lo perfectamente sencillo, en imágenes tan desopilantes como devastadoras.

Algunos artistas realizan juegos que tienden trampas visuales al espectador, cuestionando lo familiar y lo verosí­mil. Álvaro Zinno (Uruguay) es un buen ejemplo de esta mezcla de traviesas presencias y profundas ausencias. Por su parte, Mario Fonseca (Chile) retrata paisajes patagónicos, interiores urbanos o corrales de animales fuera de foco como emulación de su propia miopí­a, descolocando al espectador e invitándolo a descubrir alguna similitud con la llamada realidad. Entretanto, Dino Bruzzone (Argentina) fabrica existencias a partir de maquetas de personas y objetos de rara perfección y compone escenas posibles, que fotografí­a y presenta al espectador como ¿reales?

Las historias que cuentan los artistas que trabajan actualmente con fotografí­a a menudo se vinculan con lo biográfico. Directas, pero no objetivas, las fotos de Alejandro Kuropatwa (Argentina, 1956-2003) exhiben una inusual profundidad narrativa. Combinan imágenes experimentales y dramáticas y crean atmósferas extravagantes que se vinculan con su identidad y origen cultural. Su recordada serie ?Cóctel? (1996) celebró el misterio de la vida y retrató la suma de las pí­ldoras que lo mantuvieron transitando por este mundo.
A menudo, las imágenes son crudas y de intranquilizante visión, ya que confrontan al visitante con carencias de todo tipo. Sin embargo, en ?El infarto del alma?, de Paz Errázuriz (Chile), se impone la ternura. A los personajes de esta serie -parejas de internos pobres y crónicos del hospital psiquiátrico del pueblo de Putaendo, Chile- les faltan demasiadas cosas, desde los dientes hasta rasgos armoniosos, pero, gracias al generoso lente de la artista, les sobra dignidad. Este es el espí­ritu también de Adriana Lestido (Argentina) con sus series ?Mujeres presas con sus hijos? o ?Madres adolescentes?.

Entre la cita y la apropiación, Leonel Luna (Argentina) multiplica en sus fotos digitales las referencias a la actualidad y a la historia del arte local.
Suele recrear imágenes doblemente preexistentes, mayormente a partir de pinturas históricas de artistas argentinos que remiten a la crisis de la década del treinta.
Rosí¢ngela Rennó (Brasil) se sirve de las imágenes que la rodean -periódicos, archivos policiales, tatuajes de personas- y las recicla para atender con su mirada a la compleja realidad brasileña; a veces, incluso, proyecta imágenes sobre la pared. Otro artista brasileño emblemático, aun cuando nació en las Islas Canarias, es Miguel Rio Branco, quien con sus yuxtaposiciones de imágenes se acerca al corazón de la desmesura, vitalidad y enormidad del Brasil; casi un continente repleto de dolorosas paradojas. Aunque no vive en su paí­s, Vic Muniz (Brasil) se halla en una clase en sí­ mismo, digna de ser mencionada. El artista realiza retratos -muchos son de í­conos populares-, con azúcar quemada, sopa de frijoles, tierra y otros elementos, que luego fotografí­a y exhibe en público.

Transgresora o melodramática, sincera o tramposa, la fotografí­a es parte imprescindible del mundo actual. Esta arbitraria selección representa apenas una fracción de las obras de los incontables artistas que desbordan, circulan y hacen crecer las imágenes en el sur del continente.