Mario Bencomo

LA PINTURA COMO ANSIA DE VER MUNDO

Por Álvarez Bravo, Armando
Mario Bencomo
  Tantas, quizás muchas más que las aproximaciones que puedan hacerse a una labor creativa, son sus interpretaciones. Esa identidad, intención y proyección que se le atribuyen. Radica en esa precisión en que confluyen incontables signos reales e imaginarios, ese más que, trascendiendo al mismo creador de la pieza, hace que ésta establezca en el observador, el otro fundamental, la crí­tica valencia positiva o negativa de estirpe genésica. Un valor en que radica esa trascendencia que es componente esencial del enigma y el siempre del arte.
Ha pasado ya un buen número de años desde el primer asedio que hice a la obra del pintor cubano Mario Bencomo. En aquella ocasión señalé que el artista se volcaba sobre la pintura como inteligencia, desde una insaciable curiosidad intelectual. Que su obra, tan arraigada en la naturaleza, participaba de una versión de la belleza que, en el espí­ritu rilkeano, es el grado de lo terrible que somos capaces de soportar. En una armónica evolución, el quehacer de Bencomo?en que el establecido manejo de las fuerzas del color y el cuerpo de la forma como suma han prevalecido en sus esencias a través de las transformaciones que han cumplido?ha llegado en su más reciente colección a destilar plenamente algo que vení­a desarrollándose desde hace más de una década. La concepción de la imagen a partir de las vivencias del viaje, del nuevo paisaje, de lo desconocido y de lo imaginado.
La palabra que sintetiza esa cristalización en la trayectoria del pintor es "Wanderlust", la pasión de viajar, el ansia de ver mundo. En esa andadura, contrario a lo que pueda imaginarse y desde la asimilación de las imágenes y el deslumbramiento de un viaje incesante y caleidoscópico, Bencomo ha llevado a primeros planos, como una suerte de término a un ritual que no lo tiene, instancias fundamentales de su discurso. Son la libertad plena que encuentra en lo incontaminado de la naturaleza, lo que implica una advertencia sobre todo lo que amenaza a la integridad del medio ambiente; la religiosidad como impulso latente y decisivo en las vivencias y trascendencia de la criatura; la sensualidad como una expresión máxima de esa criatura en su espacio, lí­mites, posibilidad y su más; la gravitación de una estética que se nutre de expresiones artí­sticas separadas por el tiempo, las improntas culturales y las distancias; el evitar que lo anecdótico sea componente de la totalidad de sus imágenes, que deben plasmar algo que podrí­a designarse como otredad de lo absoluto; el establecimiento de un equilibrio entre la calma y la violencia, y entre la fijeza y el cambio; y la decidida voluntad de intelectualización de sus temas que, singularmente, están calados, hasta cuando han llegado en momentos de su trayectoria a ser expresión de lo atroz, por una enigmática belleza.
Ese viaje, esa navegación que informa a la obra de Bencomo constituye para el artista algo más que un proceso de recolección de imágenes y experiencias que después serán exaltadas o descartadas de sus piezas. En verdad, y "Wanderlust" es claro testimonio de ello, desde su creencia fundamental de que la creación es el gran viaje y el último destino, razón y plenitud suficientes, el pintor asume esa navegación como lo que considera metáfora de transformación. Una transformación que se cumple, desde las ganancias y pérdidas inherentes a los cambiantes paisajes, como concentración y exaltación a sus máximos de las imágenes propias del lenguaje del pintor y, a su vez, como apertura a un espacio mayor en que esas concentraciones de las formas alzadas por el color, sin merma de su esencia e identidad, adquieren una añadida calidad metafórica que ya es final en el quehacer del artista.
Tiene mucho de jubilar la obra última de Bencomo. Desde un armonioso desarrollo, el artista toma la realidad y, sin servidumbres de ninguna suerte, la despoja de las referencias de la inmediatez y la gravitación de la identidad, y, desde ese reverso, para que sean más?más lo que son y lo que no? las convierte en nueva encarnación. Cuerpo y evaporación en que la belleza y la sensualidad son descubrimiento constante. Creación ante su propio espejo negro. Y siempre, la pintura como ansia de ver mundo. De transformación.