BIENAL DE PONTEVEDRA

BIENAL DE PONTEVEDRA

Cuando el mundo se ha vaciado de sentido, ¿dónde está nuestra causa, aquella capaz de arrebatarnos? Ahora sopla un viento más gélido que la muerte: es el viento de la nada. ¿Dónde habrá algo que nos conmueva?
Vemos a los que están peor, a los que reciben todos los golpes y los vemos como detrás de un vidrio oscuro, lejos, mal definidos, como si el cable de la TV estuviera desconectado. Los migrantes que se lanzan al mar desde el norte de Africa para llegar a Europa o los balseros cubanos que sueñan con Miami a bordo de un neumático tienen más posibilidades de convertirse en almuerzo de los tiburones que de lograr vivir como esclavos en los paí­ses a los que desean llegar. El audio sintoniza mal, no se oyen los gritos.
¿Quedarse? ¿Partir? Partir es cruzar el mar imaginando la pampa, como si la pampa fuera otro mar. Partir es cruzar el agua, abrumado por recuerdos que se trata de arrojar por la borda para que los tape esa bruma que se levanta sobre las olas y deposita gotitas de rocí­o en las mejillas, tan parecidas a las lágrimas. Partir es llegar a la patria de los migrantes.
Es ese tumulto de sensaciones e ideas que provocan las migraciones -energí­a vital que está transformando nuestro mundo en un espacio cada vez más interconectado y multicultural- el que informa y da sustancia a la 29ª Bienal de Arte de Pontevedra. Curada por la argentina Victoria Noorthoorn, la bienal más antigua de España tiene por tí­tulo Off/Fóra, Movimientos Imaginarios entre Galicia y el Cono Sur.
Que se acentúe la imaginación no es un dato menor, ya que tanto Noorthoorn como los curadores asociados quieren mostrar una producción artí­stica que apuesta a la apertura del sentido: una producción claramente metafórica. Tanto en la idea general como en cada una de las obras de la treintena de artistas que participan no hay un mensaje cerrado o traducible a palabras.
No es tampoco casual que sea Galicia la región en que se desarrolla una bienal que invita a reflexionar sobre la migración: fue de los puertos gallegos de dónde partieron la mayorí­a de los españoles que vinieron hace un siglo al Cono Sur. Tierra de peregrinación (el camino de Santiago termina en Compostela), más que un territorio fijo Galicia es un espacio en movimiento, como las sociedades migrantes que se constituyeron del otro lado del Atlántico: Argentina, Uruguay y, cruzando la cordillera, Chile.
Los curadores privilegiaron convocar a aquellos artistas que son ajenos al gran circuito del arte, aquellos que no desarrollaron un lenguaje "internacional", ese que es decodificable en todas partes de manera casi uní­voca. Otros puntos a destacar son que la mayorí­a de las obras fueron realizadas especialmente para la bienal y que fueron realizadas en todo tipo de soportes: se realizaron desde instalaciones a pinturas, pasando por fotografí­as y eventos multimedia.
Entre las obras más bellas se encuentra la red de rosarios que presentó el argentino Daniel Joglar (1966): semeja una red de pesca que se carga de mil significados. Joglar viene produciendo una obra de potente trasfondo poético a la vez que apuesta a un formalismo exquisito, siempre personal. Es uno de los más grandes artistas de la generación argentina que ingresa a los cuarenta y, en cierta medida, todaví­a es un artista secreto.
Entre los que se inspiraron con la memoria de los migrantes vale destacar al chileno Bernardo Oyarzún (1963), cuya instalación geométrica metaforiza el desgaste fí­sico sufrido por su padre, un indí­gena, y a la argentina Ana Gallardo (1958), que presentó un video sobre lugares de Granada. Lo realizó para que su tí­o (residente en Rosario) pudiera ver los sitios que habí­a abandonado hace 52 años y a los que nunca habí­a vuelto.
La china nacionalizada argentina Aili Chen (1971) monta un paisaje que oscila entre la vigilia y el sueño, en el cual las delicadas figuras que suele dibujar adquieren la tercera dimensión a través de un trabajo sutil con la cerámica blanca. La gallega Holga Méndez (1971) construye, a través de una semiesfera blanca -y de pequeñas figuras también sin color-, su imagen del territorio paradisí­aco: allí­ donde callan las palabras, el pensamiento enmudece y solo habla la sensación.
Una virgen mestiza surge del agua en una noche de verano: alucinación y crí­tica de la "evangelización forzada" a la vez, esta obra espectacular de la argentina Judi Werthein (1967) se proyectó durante unos momentos en la noche del dí­a de la inauguración, en el Rí­o de Pontevedra. El argentino Eduardo Basualdo (1977) presentó una instalación-performance: sobre una maqueta, que recrea un mundo fantástico, los personajes se debaten entre la huida y la mutación.
Por último, entre tantos otros proyectos valiosos, valga mencionar dos obras singulares: la de uruguayo Luis Camnitzer (1937) y la de la argentina Marina de Caro (1961). Los dos trabajan sobre la metáfora de lo arbóreo, pero mientras Camnitzer, un conceptualista clásico, presenta una obra de fuerte impronta intelectual, De Caro trabaja con metáforas espléndidas, sin sentidos precisos, y con formas bellí­simas que surgen de un gran trabajo artesanal.
El sueño migratorio está habitado por contradicciones y se abre a todas las posibilidades. En el fondo se trata de poder identificarse con lo que se desea más que creer que la identidad es algo que está inscripto en la carne, de una vez y para siempre. Migrar es moverse, salirse de madre.
(La 29ª Bienal de Pontevedra se desarrolló entre el 13 de julio y el 3 de septiembre de 2006)