REVIEWS - XX CONCURSO EDUARDO LEÓN JIMENES

Centro León Jimenes, Santiago de los Caballeros

Por De Tolentino, Marianne
REVIEWS - XX CONCURSO EDUARDO LEÓN JIMENES
La vigésima edición del certamen nacional más reputado hoy en el campo de las artes visuales de la República Dominicana se ha celebrado por primera vez en su sede natural y definitiva, el magní­fico edificio del Centro León, cuya construcción fue planeada inicialmente para hospedar la colección de las obras premiadas. Al igual que en cada concurso Eduardo León Jimenes, cuya primera edición data del 1964, la excelente organización empezó por una convocatoria pública temprana, dejando a los artistas doce meses para concebir y ejecutar sus obras, así­ como varias semanas para entregarlas. Las bases acogen todas las categorí­as visuales. Ese proceso se desarrolló con la perfección de siempre, estricto para fecha y hora de entrega de las obras que, en el 2004, sólo se recibieron en el mismo Centro León, en Santiago de los Caballeros. Conforme a los reglamentos recientes, fueron designados un Jurado de Admisión -dos jueces nacionales y un extranjero-, y un Jurado de Premiación -dos jueces extranjeros y uno nacional-.
Si bien es cierto que en cada concurso la selección provoca disgustos en los rechazados y en parte de la colectividad, el XX Concurso de Arte causó una reacción más severa por la eliminación de verdaderos valores consagrados o de jóvenes emergentes talentosos. La adjudicación de los premios fue menos polémica que la revelación de las obras seleccionadas, en salas usualmente dedicadas a la colección de los concursos anteriores-. Segundo motivo de asombro fue cómo y por qué se admitieron dos o tres obras de un mismo candidato, y por último, para la gran mayorí­a: volver a la obra única para todos como en anteriores concursos, se impone.
Una selección deficiente predispone al Jurado de Premiación, si no tiene acceso a las obras rechazadas. Los prestigiosos curadores Félix Ángel y Shifra Goldman, los dos jueces extranjeros, conocí­an el arte nuestro, principalmente sus valores del 80 y el 90, así­ como a consagrados dominicanos emblemáticos -que nunca participan-...Ese jurado, que incluí­a a Thimo Pimentel, un artista y experto dominicano, no adjudicó el Gran Premio, sueño dorado de cada participante. Esa abstención se debe a que ninguna obra les pareció mecedora de ese galardón cimero, a pesar de que, a nuestro criterio, Gerard Ellis y Maritza Álvarez calificaban para ese honor..
Muchas de las obras seleccionadas en el 2004 no ameritaban ser vistas dos veces. Sin embargo algunas requieren, después de una mirada global, una detenida apreciación, y la misma observación se repite acerca de las obras premiadas. Ahora bien, las opiniones se mantienen respecto a una selección muy desigual, y la premiación frí­a surgió de esta admisión no fehaciente del mejor arte dominicano. Los rasgos que se desprenden del conjunto expuesto no están claros, ni son originales, ni exportables en la mayorí­a de los casos. Su mayor virtud, en términos generales, consistió en una buena elaboración y en la terminación, eventualmente sofisticada. Pero aquí­ faltó una propuesta contemporánea, comparable a la de simples colectivas bien curadas -como Cuerpo (im)propio en el Museo de Arte Moderno.
No obstante, tres obras premiadas sobresalen y podí­an aspirar al Gran Premio. La pintura de Gerard Ellis, talento nuevo, rápidamente ascendente y ya reconocido, es contundente, no sólo por la pulcritud de su ejecución y el buen uso de los medios mixtos, sino por su actualidad...los perros robots, propuestos como mascotas ideales y asépticas. El mensaje agudo, ecológico y plural, defiende la naturaleza y la fauna. Maritza Álvarez presenta una de las más fuertes fotografí­as de su carrera, y edificante hubiera sido ver una segunda obra.¡Cuánto drama y denuncia encierra esa imagen de un fragmento de cuerpo femenino, lencerí­a y carne sobre fondo de alcohol. El único video a considerar entre los seleccionados era sin duda el de Pascal Meccariello, que confirma su dominio creciente de la tecno-imagen, bien sincronizado, bien sonorizado, bien cadenciado, y de gran limpidez.
La fotografí­a, al igual que en el Concurso anterior, acapara los premios, consecuencia de una admisión mayoritaria. Fueron otorgados premios a la investigación formal de Fausto Ortiz, a una fotografí­a antropológica de Pedro Fidencio Joseph, a una manipulación digital de Robert Álvarez Dubreil. Evelyn Espaillat merece su Mención, con una imagen fotográfica más seductora que de costumbre.
Los dibujos son banales, esculturas e instalaciones escasas, pero por mayorí­a abrumadora, el Premio del Público coronó a una escultura desagradable y perturbadora, temáticamente inspirada en el folklore.
Por cuestionables que sean la admisión y premiación, los resultados del XX Concurso Eduardo León Jimenes, no dejan de ofrecer una vertiente positiva... Han provocado la discusión, generado reflexiones; han conseguido que los artistas se pronuncien, cuando en nuestro medio se suele callar o defender intereses. No cabe duda de que la comunidad artí­stica está ya a la espera del XXI Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, en el 2006. ¡El tiempo pasa pronto!