JAVIER PELÁEZ

La Matéria de los Sueños

Por Toca, Santiago
JAVIER PELÁEZ
Por qué hacer algo así­? ¿Por qué competir con el pasado? ¿Por qué sumarse a la tradición más antigua en la historia del arte, en lugar de tratar de hacer algo ?nuevo?? ¿Se puede ser contemporáneo siendo pintor? ¿Por qué pintar? ¿Cómo puede ser que alguien de menos de treinta años de edad - entrando el año 2005 - piense que todaví­a es válido ser pintor, ser figurativo y, más aún, pintar la figura humana? ¿Para qué?
Durante cerca de un siglo, nosotros, humanos, hemos perseguido la idea de la modernidad como paradigma del desarrollo. Nuestras aspiraciones por rebasar la condición humana con el intelecto, por someter a la naturaleza, por representar lo nuevo y alcanzar el futuro, nos han hecho crear el lenguaje de la modernidad, de lo contemporáneo. La literatura, la moda, el diseño, la arquitectura y, desde luego, las artes se han transformado en este sentido. El futuro es ahora. Las preocupaciones del ser humano han cambiado, vivimos en un mundo veloz, mordaz, sórdido. El arte de nuestros dí­as debe de reconocer esto y retratarlo, dicen algunos. Ser contemporáneo es no tener miedo al vací­o, es vivir en él. El proceso no importa, la belleza no importa, la técnica no importa. La función del arte es retratar la realidad de la manera más cruda y directa posible. Quizá, pero no solamente. Hay algunos, pocos, que han decidido tomar otro camino.
En México, Javier Peláez, un joven artista de 28 años de edad, ha decidido hacer otra cosa. Javier Peláez ha decidido pintar para ser contemporáneo. Utilizando el lenguaje de la pintura, Peláez ha comenzado una carrera que a apenas unos años de su debut como pintor, comienza a sonar fuertemente. El mercado ha reaccionado y parece tener un apetito insaciable por su obra, algunos le han aplaudido, en otros ha creado expectativa, y otros más lo han criticado, pero Javier Peláez no ha pasado desapercibido.
Con una depuradí­sima técnica realista, este artista prácticamente autodidacta, se ha hecho un nombre al retratar la figura humana en composiciones y actitudes llenas de carga psicológica. Los interiores en los que las figuras de Peláez habitan, son también parte de una imagen de los sentimientos; los espejos, las paredes, las ventanas y los objetos, son utilizadas en un leguaje cifrado para transmitir una emoción y con ello se convierten en también personajes. Más que retratar figuras, Peláez retrata estados. Con ello, ha metido un pie en la galerí­a en la que muchos otros grandes artistas antes que él han brillado. De manera que Javier Peláez ha asumido un riesgo. Después de todo, el retrato de la figura humana es quizá el tema pictórico más antiguo en la historia del arte, y al recurrir a este lenguaje, Peláez arriesga ser comparado con todos aquellos que han retratado la figura humana antes que él.
¿Por qué tomar un riesgo así­ y exponerse de esa manera? ¿Por qué no tratar de hacer algo nuevo o diferente? "Cuando comencé a trabajar - comenta el propio Peláez - yo revisaba la historia del arte e intentaba hacer algo que nadie nunca antes hubiera hecho. Ahora reviso la historia del arte, y lo que trato de hacer, es aprender de todo lo que se ha hecho hasta ahora para incorporarlo a mi propia pintura. Es curioso, pero haciendo eso, siento que soy más yo." Y es que Peláez ha reconocido una de las verdades más obvias que el mundo moderno parece ignorar: que quien no viene de nada y no reconoce a nada antes que él, está condenado a no llegar a nada.
Ahora la temática. Porque, como ya dijimos, ningún otro tema en el arte se ha explorado tanto como la figura humana. ¿Se puede entonces ser contemporáneo siendo pintor? De hecho, por más que alguien se esfuerce por ser distinto, somos todos parte de la condición humana. Representamos, nos guste o no, en mayor o menor medida, la condición de nuestros tiempos; eso es ser contemporáneo. Lo que sucede es que en cualquier momento determinado en la historia, conviven muchos y diferentes tiempos e ideas. Lo mismo sucede en el arte. Una buena obra reconoce el pasado, retrata el presente y aspira al futuro.
En este sentido, Javier Peláez no es otra cosa sino un artista de su época. Creando mundos en donde la realidad y la fantasí­a conviven, la obra de Javier Peláez aporta una sensualidad al arte que está prácticamente perdida en los artistas de su generación y, sin embargo, consigue también transmitir muchas de las preocupaciones de la sociedad contemporánea. La sensación de ausencia y añoranza son retratadas espléndidamente en obras como El Baño, en la que una mujer, a solas, se mantiene oscilante en el vací­o como la flama de la vela. Otras obras como B/N 02 abordan el tema de la identidad en el mundo contemporáneo; imágenes que se multiplican y repiten, imágenes que se miran entre si ¿Quién es más real, la imagen o yo? Por último, su serie de Escenas para un Film - en el que las bandas negras horizontales propias del formato widescreen del cine, son utilizadas como elementos estéticos en la pintura - nos somete al interesante contraste entre un medio dinámico, cambiante y a veces frenético como el video, y su correlativo, estático y meditativo; la pintura. En obras como La Pausa, Javier Peláez retrata los mundos con los que convivimos ahora. Nuestro pasado, representado por una bolsa llena de referencias y contextos que no se pueden desvelar más. El presente, una mujer sentada en una composición formada por un triángulo, la nueva madonna, la mujer como protagonista del mundo moderno. El futuro, hacia el que la mujer mira, lo que sigue después de La Pausa.
Así­ es que ¿Por qué pintar? ¿Para qué? Este acto antiguo, arcano y simple de poner pintura sobre una tela para crear ilusiones o sueños, no hace mucho sentido en nuestros dí­as, o no más sentido de cualquier manera, que ver un film, o leer un libro, o encender una vela. La realidad es que hoy pintar no hace mucho sentido, pero hace mucha falta. Por que nosotros, humanos, modernos o no, contemporáneos o no, estamos hechos de huesos y ví­sceras, de violencia y ambición, de sordidez y realidad. Pero también estamos hechos de otras cosas. Estamos hechos de la materia de los sueños.