CAROLINA SARDI

La Escultura Interior

Por Triff, Alfredo
 
Después de La Espiral de Tatlin, los experimentos geométrico-invertidos de Naum Gabo, los ready mades de Duchamp, las formas movedizas de Pevsner y el pájaro de Brancusi, la escultura del siglo XX se precipitó hacia otras latitudes.
CAROLINA SARDI
Después de La Espiral de Tatlin, los experimentos geométrico-invertidos de Naum Gabo, los ready mades de Duchamp, las formas movedizas de Pevsner y el pájaro de Brancusi, la escultura del siglo XX se precipitó hacia otras latitudes. Los materiales cambiaron y con ello las ideas que los acompañaban. El mármol, el bronce y la madera dieron paso al acero, al plástico, el hormigón, la tela, la cera y el poliéster. El surrealismo de Noguchi, Arp y Bourgeois ablandó las formas; el pop de Oldenburg, Arman, Segal y Christo hizo esas formas nuestro pan de cada dí­a.
Los ochenta y noventa trajeron más amplitud a los gestos aislados en el desierto del Land Art. Se puso de moda el arte ecológico y el hí­brido de la instalación. Hoy, en pleno albor del siglo XXI, la escultura es tan libre como cualquier manifestación artí­stica: todo es lí­cito, cualquier material es posible. Pero, ¿qué hacer con tanta libertad? Los Sutras advierten, ve a lo profundo de ti.
De ese punto parte Carolina Sardi. El arte de esta joven escultora argentina es diverso, abstracto, geométrico, de elaboración fluida --por momentos biomórfica. Hay un sabor en sus piezas e instalaciones que nos llevan a lo conceptual -incluso, a lo ideológico. Mas sus signos apuntan a la introspección.
Sardi siempre busca temas internos. En su obra más reciente, se ha inclinado por una simbologí­a que nos remite a la sociedad misma: el individuo, la inmigración, la colonización y más. Pero de cierta manera esa temática ya estaba ahí­. Recuerdo una bella pieza de mediados de los 90 titulada My Little Suitcase to Carry Nothing, con aristas de rectángulo, cual gesto constructivista de masa-vací­a. O la pieza free to be captive en la que Sardi repetí­a su reflexión con la figura-celda.
Hablo del calabozo, el cuarto de cada cual, o simplemente ese espacio ambivalente y riesgoso de la mujer actual (en el hogar, con una familia torcida por el abuso doméstico). Acaso eso explica que Sardi explorara lo austero y lo difí­cil, aunque exhibiéndolo como playthings (juegos de niños). ¿No fue Piaget, ese psicólogo amante de la infancia quién dijo que el juego es otra manera de lidiar con el peligro, una forma pura de comprender lo extraño?
¿De dónde le viene todo esto a Sardi? De Argentina y de Miami, los dos polos de su vida. El uno homogéneo, el otro heterogéneo. El primero europeizante en una Latinoamérica frí­a y austral, el segundo aún latinoamericano pero en pleno corazón subtropical de un norte anglosajón.
Es difí­cil crecer en medio de una dictadura. Sí­, Sardi creció en medio de siete años de horror que marcan cualquier vida y obra. Incluso aunque repitamos con Cortázar (ese brillante Argentino exilado) aquello de nada marca a nadie de manera total. Sardi brega también con lo que Nancy Spero contempla como el tema otro, ese aporte único de la mujer al arte contemporáneo.
Desde el año 2000, Sardi viene produciendo una obra menos geométrica y más biomórfica; yo dirí­a primigenia. Su exhibición de escultura-jardí­n, mostrada en el Washington Sculptors Group da fe de ello. El filamento se convierte en extensión, no en estructura. Aparece la intención, como Antonie Pevsner apuntara, de dibujar materialmente en el aire. Sardi reevalúa geometrí­as y redefine soluciones que aparecen cardinalmente encarnadas en un tema personal de la artista argentina: la colmena.
No hay nada más maravilloso y delicado en su funcionalidad que esa dulce maravilla. Imaginen un enjambre de decenas de miles de insectos aglomerados unos sobre otros, movidos por una voluntad mecánica invisible, precisa. La Reina desde su trono feminista pare obreras, que con tandeo sincrónico y a paso de zumbido toque-de-antenas, vuelan, polinizan, vigilan, limpian y construyen. Una sociedad ejemplarmente utilitaria, perfecta y equilibrada... aunque predeterminada.
En su reciente show personal en MIA, Sardi parece haber madurado sus formas. El huevo, entre espinosos filamentos; el capullo que recuerda a una nave-espacial radioactiva (oigo a Ray Bradbury decirnos: Hay vida en otras partes), pero no hay que ir al espacio cósmico en busca de verdades, sino adentro, a esos rectángulos-nidos llenos de vida pujante-en-potencia. Ir al embrión, a la celda, a la matriz-rectangular cual verde bosque promisorio.
Me alegro que Sardi persiga ese embrujo de la colmena y su elixir: en los Proverbios la miel es sinónimo de sabidurí­a. Las sacerdotisas griegas se llamaban abejas (en honor a la diosa que enseñó al hombre la ciencia de la apicultura). Aristóteles hizo del panal un paradigma social, estipulando la polis Helénica tras el modelo colmenar. El absolutismo francés concibió la colmena como sí­mbolo gráfico de la monarquí­a francesa y más tarde, de la República. Sebastián de Covarrubias dijo que la miel nos hace eternos.
¿No es curioso que la fórmula de la fructosa --C6H12O6 -- sea hexagonal? La celda de Sardi puede apuntar a lo frí­o (lo geométrico es frí­o --dijo una vez Pascal), pero también a lo tibio y lo dulce.
La escultora argentina Carolina Sardi reside en Miami desde 1995. Se graduó en Escultura en la Universidad Nacional de La Plata, en su paí­s natal. Sus exposiciones individuales y colectivas incluyen las presentadas en la galerí­a del Aeropuerto Internacional de Miami (MIA), el Museo de las Américas (Washington D.C.), el Museo de Arte de Fort Lauderdale, Galerí­a Heriard-Cimino (Nueva Orleáns), el ArtCenter /SouthFlorida (Miami Beach), la Corcoran Gallery en Washington D.C., y el Museo de Arte de Boca Ratón. Entre los premios con que ha sido distinguida se cuentan el Premio Leo Chestler a las Artes Visuales Contemporáneas 2001 y la Beca Internacional del Rotary Club. Las obras de Sardi están representadas en colecciones públicas, privadas y empresariales de Nueva York, Chicago, Washington DC, Houston, Miami, Nueva Orleáns, Europa y Latinoamérica.