Fuentes Graciela

La nostalgia activa de Graciela Fuentes

Por Echeverría, Adolfo
Fuentes Graciela
La obra de Graciela Fuentes (Monterrey, México, 1975) está marcada por el signo de la nostalgia. Pero su nostalgia no es una emoción que pudiera ser asimilada, en lo que a ella respecta, al recuerdo sombrí­o ni a la añoranza melancólica. Por el contrario, cada una de sus fotografí­as se nos presenta como una extraordinaria tentativa de actualización de las huellas y los indicios más significativos de una memoria a la vez í­ntima y trascendente. Por ello, la nostalgia de Graciela Fuentes opera a la manera de un vehí­culo profundamente activo que se afirma como la enérgica manifestación de un deseo -el deseo de restituirle al presente un pasado cercano o remoto, pero siempre entrañable y que la artista no está dispuesta a abandonar al quebranto de la indiferencia o el olvido.
En esta misma perspectiva, se dirí­a que hay un pequeño aleph al interior del universo que encierran las fotografí­as que Graciela Fuentes agrupó en la serie Geography of Nowhere (Galerí­a Praxis, Ciudad de México, 2002); es decir: un punto dentro de la misma realidad que presenciamos en el que, como una verdadera visión, emerge una nueva realidad que tiene su origen en otro tiempo y otro espacio. En ciertas ocasiones, éste se deja ver en los rincones más insospechados de lo cotidiano: una escarpada montaña (apenas más grande que una barra de jabón) brota de pronto en los mosaicos de una bañera común, una ciudad entera se asoma en el respaldo de una silla adosada contra una pared. Otras veces, ese condensado aleph se revela como un cúmulo de rascacielos que se insinúan sobre un conjunto rocoso en mitad de un paisaje nocturno. En todo caso, cada una de estas fotografí­as encarna un empeño vehemente por convocar, dentro del territorio significativo de la imagen, a otra imagen que se hace presente pero sólo para mejor decir su propia fragilidad. Aquí­, en donde el suceso que presenciamos parece estar siempre a punto de desvanecerse, la fotografí­a dentro de la fotografí­a es sobre todo un modo de subrayar el carácter ilusorio de la imagen -de toda imagen que, aquí­, en su naturaleza más ontológica es concebida como espejismo.
Así­, en Habitaciones, la exposición más reciente de Graciela Fuentes (Galerí­a Praxis, Ciudad de México, 2003) la artista prolonga, llevándola aún más lejos, su reflexión sobre la experiencia intersubjetiva del espacio. En esta ocasión, la fotografí­a de un determinado hábitat privado -estudio, cuarto de baño, sala, alcoba o cocina- es recreada al proyectarse sobre un fragmento de la piel de sus ocupantes, transformada ahora en el soporte de una nueva imagen que se exhibe como un testimonio de la vivencia al interior de un microcosmos que le es inmanente a la persona. Se trata, en el fondo, de una inversión de las categorí­as espaciales básicas, una verdadera puesta en abismo, en la que el sujeto se convierte en el continente del espacio que a su vez lo contiene. Nos encontramos atisbando al interior de habitaciones vací­as, vacantes, pero que, curiosamente, nunca se sienten abandonadas; por el contrario, es su mismo carácter de lugares inhabitados lo que parece autorizar el surgimiento de una narrativa virtual - la invención de la escena de una historia fantasmal libremente imaginada por ese espectador -que ahora, ante la fotografí­a, está siendo testigo presencial de un prodigio que está por producirse.
Sólo aparece - escribe Georges Didi-Huberman - lo que ha sido capaz de disimularse primero... ¿Qué se requiere pues para la aparición, para el advenimiento de lo que está apareciendo? Se requiere una apertura, única y momentánea, esa apertura que señalará la aparición como tal. Las fotografí­as de Graciela Fuentes pueden ser entendidas a partir del principio de apertura al que alude Didi-Huberman: una apertura, sí­, que es un resquicio en el espacio y que es un intervalo en el tiempo, un intersticio generador de lo visible, una suerte de escenario dentro del cual se establece una tensión entre lo ya aparente y la aparición misma - la imagen, en suma in statu nascendi. Paradójicamente, lo que vemos no es un instante detenido sino una inminencia que - entre el olvido y la memoria, entre la ausencia y la recuperación-, se produce ante nuestra mirada durante el tránsito mismo de su advenimiento.
En ello radica, ciertamente, la paradoja que nos propone la obra de Graciela Fuentes. En ello radica su paradoja - y su fascinación.