La presencia del arte MADÍ

Museo MADI

Por Luis, Carlos
La presencia del arte MADÍ
  La reciente inauguración en Dallas, Texas, de un museo consagrado al arte Madí­, ha puesto de nuevo sobre el mapa cultural la vitalidad de un movimiento artí­stico que se iniciara en Buenos Aires en 1946. Más de cinco décadas, pues, han pasado desde que Carmelo Arden Quin anunciara, el 3 de agosto de 1946, el lanzamiento de un nuevo grupo que aglutinarí­a una serie de disciplinas artí­sticas bajo una estética que respondiera ?en términos generales- al abstraccionismo geométrico, aunque además vieran en el gran poema de Mallarmé "El golpe de dados'' un antecedente vital sus ideas. A ese grupo se lo llamó Madí­ (¿acaso las dos primeras sí­labas del (ma)terialismo (di)aléctico?), y bajo su bandera comenzaron a militar pintores, músicos, bailarines y poetas, arquitectos y escultores. Lo que se habí­a practicado en Europa por artistas reunidos en torno al movimiento De Stjil o los concretistas rusos, más otros como Kandinsky, Kupka etc., comenzó entonces a adquirir en Buenos Aires un nuevo vigor cuyo impulso inicial fue dado por un concepto lúdico de la creación. Nombres como los de Gyula Kosice, Martí­n Blaszko, Kossuth, aparecen como co-fundadores del grupo, mientras que el gran musicólogo Juan Carlos Paz y la bailarina Paulina Osona comienzan a colaborar estrechamente con el mismo. Los artistas Madí­ comenzaron a explorar los caminos trazados por muchos de los grandes maestros del abstraccionismo, a pesar de tempranas discrepancias entre Arden Quin y algunos de sus colaboradores iniciales: Rothfuss y Kosice sobre todo. Pocos años después, en 1948, Arden Quin llega a Parí­s para establecerse definitivamente en Francia y traba amistad con Volf Roitman, arquitecto, escritor y artista plástico, el mismo que harí­a la fachada del ahora flamante museo de Dallas. Roitman comienza a trabajar en pos de la internacionalización de Madí­ y con el tiempo, tras exposiciones en el salón "Realités Nouvelles'' en 1952, y en 1956 en la galerí­a de Denis René, especializada en arte abstracto, Madí­ se expande hasta verse expuesto en el Museo Reina Sofí­a en 1998 y en otras instituciones españolas (en el Centro de Exposiciones y Congresos, Zaragoza, 1996) e italianas (la Civica Galleria D'Arte Moderna Di Gallarate, en 1999).
Pienso que un museo consagrado a Madí­ como el que se acaba de inaugurar con la colección de Bill y Dorothy Masterson como núcleo principal abre y cierra al mismo tiempo todo un proceso. Lo cierra en el sentido de que todo museo tiende a crear en torno a las obras que expone un aura de temporalidad que las sitúa definitivamente dentro de un marco histórico determinado. Lo abre porque un museo de esta naturaleza, dedicado exclusivamente a una corriente artí­stica con caracterí­sticas especí­ficas como Madí­, nos permite aquilatar su aporte a la cultura y al mismo tiempo participar en su proceso creador que, como expuse anteriormente, posee una profunda raí­z lúdica. Precisamente es esto último lo que se destaca del espectáculo que Volf Roitman logró realizar con la fachada del edificio que aloja la colección Madí­. Lejos de obedecer a un concepto rí­gido del espacio, Roitman consigue intercalar una serie de variaciones esculturales haciendo uso, además, del color como un elemento aglutinador. El juego entre color y forma es uno de esos distintivos que ayuda a ver a Madí­ bajo otra perspectiva.
Manteniéndose dentro de una lí­nea que prosigue la ya vieja historia del arte abstracto llamado concreto, los "madistas'' logran escaparse de sus limitaciones para introducir en sus obras otros elementos subversivos. Efectivamente, en vez de atenerse exclusivamente a los cánones que inspiraran a un Mondrian o un Vatongerloo, los artistas Madí­ se inclinaron eventualmente hacia Calder, Dewasne, Vasarely, Torres Garcí­a o hacia el Kandinsky de las telas cósmicas.
La conexión latente entre estos creadores y los Madí­ evidencia la voluntad de estos últimos de apoderarse de todo un sistema relacional de formas que les permita el libre empleo del juego como un medio expresivo.
La geometrí­a, por otra parte, se convierte en un instrumento explorador de otras dimensiones espirituales, como Kandinsky lo soñara. En tanto que lenguaje cifrado, la geometrí­a alcanza otro significado en su concierto con el color, que nos vincula a una de las ganancias del arte contemporáneo. Esa ganancia es la de haber alcanzado a borrar, mediante técnicas innovadoras, las fronteras entre forma/sonido/ palabra/movimiento en una manifestación única, la cual utiliza un nuevo sistema interpretativo de la realidad partiendo de esa técnica.
La estructura Madí­ ?me refiero a su arquitectura interior- crea todo un marco de referencias entre la obra visual y sus posibilidades cinéticas y auditivas. Un compositor de origen argentino radicado en los Estados Unidos, que sigue esa lí­nea, Guillermo Gregorio, trabaja sobre esos principios. Relacionando los elementos visuales con los sonoros, va creando una obra que puede ser vista al mismo tiempo que escuchada. Por otra parte, ocurre algo similar con otras obras de los pintores o escultores Madí­, pero en un sentido inverso. Prueba de ello se encuentra a la vista en la fachada del Museo de Dallas, donde una verdadera sinfoní­a entre colores y formas sorprende al visitante. Los sonidos que emanan de esa fachada pasan por sus estructuras vivamente coloreadas, acentuando así­ las ideas de Kandinsky y de Klee en cuanto a la estrecha relación que existe entre la música y el color. Lo mismo ocurre con las obras más representativas de ese grupo. Prácticamente todas poseen esas virtudes multifacéticas, lo que le permite a quien se ponga en contacto con ellas participar en el sentido lúdico que irradia de las mismas.
La presencia de Madí­ en el mundo contemporáneo queda, pues, asegurada. Sus puntos de vista ?aun sin ser compartidos por todos- no dejan de poseer un poder de atracción indiscutible. Todo lo que parta del juego como motor esencial para el proceso creador mantiene su dinámica intacta. La misión del museo Madí­ consiste en preservar ese legado, y la de los artistas de ese movimiento, en continuar enriqueciéndolo.