AURAS ANÓNIMAS, UNA OBRA QUE COMBATE EL OLVIDO

En el año 2000, una fotografía de Cesar Herrera ilustraba la triste noticia de tres hombres difuntos por el conflicto armado en Colombia. Ese día, la artista Beatriz González recortó aquella imagen y la depositó junto a muchas otras publicadas previamente en los periódicos. Es a partir de estas fotografías que en 2009, la artista colombiana intervendría los columbarios populares del cementerio de Bogotá para llevar a cabo su obra Auras Anónimas.

AURAS ANÓNIMAS, UNA OBRA QUE COMBATE EL OLVIDO

La propuesta de González  en esta obra es poner en evidencia la indiferencia y el olvido  sobre estas tragedias que pasan desapercibidas en el caos de los medios, por un lado, y el deseo/ necesidad de recordar a aquellas víctimas. Es a partir de esto que la artista interviene el monumento arquitectónico, hoy en ruinas. “Siempre he trabajado con la memoria, pero mi memoria viene de los medios. Me sorprende mucho lo rápido que la gente olvida las imágenes que se ven en las noticias. Mi forma de luchar contra ese fenómeno, de procurar que no desaparezcan tan rápido, es usar esas imágenes en mis dibujos y en mis obras”, explica la artista en un texto de Paula Bossa. 

A través de la repetición,  8957 lápidas con siluetas de cargueros trasladando muertos se extienden a lo largo de todo el Cementerio Central. De esta forma, las siluetas traman íconos que aluden a la memoria, función original de los columbarios: un espacio sagrado para la memoria de aquellos seres queridos difuntos. Y, a su vez, las imágenes olvidadas por el flujo inasible de la prensa quedan señaladas en la obra. 

La repetición ha sido en una estrategia visual muy utilizada en la obra de González a partir de la década del 80,  elemento que se puede apreciar en obras como Zócalo de la comedia (1983) o Zócalo de la tragedia (1983). En el caso de Auras Anónimas la técnica de cortar y copiar se mantiene, según el escritor José Ruiz, para insistir sobre una figura que representa la historia reciente del país latinoamericano.

Sin embargo, lo novedoso de esta obra es su evolución a lo largo del tiempo. Construida con materiales poco resistentes, ya que su comienzo el carácter de la obra era efímero. Cinco años después la obra, corroída por el tiempo comenzó a deteriorarse: lápidas caídas, filtraciones de agua en los techos, etc. Como consecuencia, la fragilidad de la instalación llevó a que la visita al público sea limitada. Y aquí está lo interesante, dado a la relevancia que ha tomado la obra de González un grupo de profesores de la Universidad de Harvard remarcaron la importancia de restaurar Auras Anónimas.

En definitiva, lo que debemos remarcar es la inmortalidad, al menos simbólica, que los columbarios intervenidos por González han asumido. Iniciada como una obra que pretendía traer a la memoria las figuras de las víctimas olvidadas, Auras Anónimas ha logrado instaurarse de forma magistral en el inconsciente colectivo de aquellos que han recorrido el Cementerio Central.