Leandro Erlich

Sean Kelly, Nueva York

| noviembre 24, 2011

El ascensor es, en palabras de Leandro Erlich, “un objeto funcional, pero en el que la vida parece estar suspendida entre paréntesis. Voces grabadas y música pueden intervenir para aliviar las molestias del viaje, pero no podemos evitarnos en este espacio y por lo tanto experimentar la habitación Sartreana del yo. No somos nadie, no estamos en ninguna parte, no somos cualquier persona ni estamos en cualquier lugar”.

Laura Bardier

Como un compositor musical, Erlich crea para la muestra Two Different Tomorrows una serie de variaciones sobre el tema, presentando escenas donde ascensores, despojados de su función y contexto, destacan la potencial narrativa de lo común. El resultado son obras monumentales de gestos simples. Cada instalación guarda el mismo patrón armónico del tema original, y cada parte se asocia una con la otra. Cinco instalaciones de espacios fluidos que engañan a la vista jugando con la perspectiva y otros efectos ópticos.

Erlich compone con arquitecturas inciertas, creando espacios narrativos aparentemente inofensivos de increíble tensión cinematográfica. Las inspiraciones son varias y van desde la literatura al cine. Stuck Elevator es un ascensor atascado entre dos pisos y Elevator Pitch es una puerta de un ascensor abriéndose y cerrándose que revela un grupo de personas dentro del ascensor; son perfectas escenas de Alfred Hitchcock o David Lynch, quienes, según Erlich, “han utilizado el día a día como un escenario para la creación de un mundo ficticio obtenido a través de la subversión psicológica de los espacios cotidianos”.

En Elevator Shaft, un pozo de un ascensor en horizontal y Double Skylight (The Clouds Story) dos claraboyas hacia un cielo azul, un poco como Alfred Jarry, la obra de Erlich es un estudio de la realidad que no reside en las leyes sino en las excepciones de esas leyes. Elevator Maze, un laberinto de cabinas de ascensores, como en la literatura de Jorge Luís Borges o de Julio Cortázar, es una estructura donde el espectador pierde la percepción del espacio y de los materiales que lo rodean.

El artista juega con los mecanismos del “ready made”, descontextualizando sistemas de la arquitectura contemporánea subvirtiéndola a cambios radicales en sus elementos primordiales: arriba es abajo, adentro es afuera. A través de la subversión de estas estructuras, el artista quebranta los absolutos y las instituciones que los refuerzan.

Lo lúdico, el trompe l’oeuil son sólo un medio, un recurso subordinado. A través de su obra, el artista se opone a un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes, de principios, de relaciones de causa a efecto, de psicologías definidas, de geografías bien cartografiadas.