Rosana Ricalde

Un mundo echo de palabras

Por Jacopo Crivelli Visconti | marzo 14, 2011

En un artículo publicado en 20011, el crítico Guy Brett trazaba una interesante genealogía de artistas brasileros para los cuales la creación de libros constituía un ejercicio fundamental, esencial para la poética de cada uno y, por extensión, para la de todo un contexto.

Mares, 2009 (detail). Seas, 2009 (detalle). Names of the seas drawn onpaper.Nombresdelos mares dibujados sobre papel. Courtesy /Cortesía baró galeria

El análisis de Brett se enfocaba en el período de las vanguardias de finales de la década del 60 y comienzos de la del 70, incluyendo por lo tanto los nombres de Hélio Oiticica (1937- 1980), Mira Schendel (1919-1988), Lygia Clark (1920-1988), Lygia Pape (1927-2004) y Raymundo Colares (1944-1986), entre otros, pero la atracción por los libros y, de manera más general, por la escritura, continúa de forma relativamente sumergida aunque así y todo bastante vigorosa, en la producción contemporánea. La utilización de palabras y frases que a veces constituyen referencias y citas directas de pasajes literarios y/o poéticos, esta de hecho extremadamente difundida: basta recordar, para citar apenas algunos nombres, el trabajo de Nuno Ramos (1960), quien además de incluir con frecuencia fragmentos de poemas y sambas en sus obras es, él mismo, autor de ensayos y textos de gran calidad e interés; Laura Vinci (1962), que ha producido una serie ya grande de obras constituidas exclusivamente por escrituras impresas en hielo; Rivane Neuenschwander (1967), que ya ha fotografiado e insertado (o en otros casos, ha borrado) marcas, nombres y hasta letras de matrículas o letreros en varias de sus obras; Marilá Dardot (1973), para quien la literatura constituye un universo de donde surgen prácticamente todas sus creaciones; y podríamos también citar, entre muchos otros, a Paulo Bruscky (1949), Lenora de Barros (1953), Angela Detanico y Rafael Lain (1974 y 1973), para demostrar cómo el interés por la palabra está difundido y generalizado, sin ningún tipo de limitación geográfica o generacional.

En ese panorama tan rico, la trayectoria de Rosana Ricalde (Niterói, Río de Janeiro, 1971) es sin duda una de las más destacadas, en primer lugar por la coherencia de la artista en la construcción metódica de un corpus de obras en el cual palabras y nombres constituyen la auténtica materia prima. Tal como relata la propia Rosana, su producción adquirió una identidad y una personalidad madura a partir de un trabajo realizado por primera vez en 2002, Alfabeto de verbos, “en el cual mecanografié todos los verbos de la lengua portuguesa en etiquetas y las pegué en 42 paneles”.2 A pesar de la aparente simplicidad de la obra, ésta ya apuntaba a algunas características que se transformarían en constantes en el trabajo de la artista; en primer lugar, el esfuerzo físico que, a pesar de encontrarse muchas veces sublimado o diluido por la levedad de las obras, subyace en todas ellas. En el caso de Alfabeto de verbos, fueron recopilados y transcriptos más de catorce mil verbos, un trabajo evidentemente tedioso, que recuerda en cierto modo a la tarea infinita, y hoy casi inconcebible, de los copistas medievales. Se puede reconocer un esfuerzo análogo en la serie producida en 2006 y titulada colectivamente Todos os nomes (Todos los nombres), constituida por un conjunto de placas de 100 por 100 centímetros, tautológicamente cubiertas por todos los nombres masculinos existentes en la lengua portuguesa, escritos por la artista con cinta para rotular. Resulta evidente, a partir de estas dos obras, cómo el aspecto manual del acto de escribir constituía un elemento central del modus operandi de la artista, justificando la comparación con la actividad de los copistas. Con todo, el esfuerzo puede ir más allá de la mera escritura, incluyendo también al ejercicio nemotécnico, como lo demuestra otra obra de 2006, As cidades e a memória (Las ciudades y la memoria), que además de incluir una recopilación de nombres, fue de las primeras en adoptar la forma de plano de ciudad, que desde entonces viene apareciendo con cierta frecuencia en los trabajos de Rosana. Aquí la artista reconstruyó, apenas sobre la base de su propia memoria, el plano de la ciudad de Natividad, con los nombres de las calles y de todos los habitantes que pudo recordar. En ese gran dibujo, el río que atraviesa la ciudad, reproducido de manera mucho más viva de como se vería en un plano convencional, introducía el tema de las aguas, predominante en su producción de los años siguientes.

La serie de grandes dibujos, dejados a veces sin título, o en otros casos con nombres de mares, realizados sobre papel, madera o tela, en los que los nombres de mares y océanos (es este caso “apenas” cincuenta y algo...) son cuidadosamente escritos por la artista de manera de crear las formas de enormes ondas, constituye probablemente la obra más conocida de Rosana. En algunos casos las ondas son estilizadas, casi abstractas; en otros son más vigorosas y hasta vagamente amenazadoras, pero las diferencias entre una versión y otra van mucho más allá de eso: ora el dibujo está realizado sobre papel blanco, ora se expande sobre varias hojas, cada una de un tono diferente de azul, o aun pintadas en acuarela por la artista con diferentes tonalidades, creando un patrón parecido al utilizado en las cartas náuticas para indicar la profundidad del agua; e incluso los nombres de los mares pueden estar escritos con varias tonalidades de azul, o en verde; y cuando las olas suben más bravías, los nombres son escritos también en blanco, representando la espuma que quiebra la cresta de las olas en los días ventosos; a veces, en el medio de las olas aparecen remolinos que captan el ojo del espectador. Curiosamente, y casi para confirmar la sintonía de la artista con el Zeitgeist, puede ser interesante comparar esos dibujos con los de otros artistas brasileros contemporáneos: Sandra Cinto, que en los últimos cuatro años ha producido un conjunto enorme de obras centradas en el tema del mar, culminando en la gran exposición del año pasado en el Instituto Tomie Ohtake, en San Pablo, y Paulo Climachauska, cuyos dibujos realizados con cuentas de restar rozaran varias veces la temática de la naturaleza y el agua, como en la instalación realizada en 2002 para la 1a Bienal Ceará América. A pesar de la singularidad de su obra, Rosana Ricalde es en definitiva una artista que dialoga intensa e innegablemente con todas las vertientes de la rica producción contemporánea brasilera y también con la extranjera, si consideramos el parentesco de la serie titulada Cidades invisíveis (Ciudades invisibles) (2009), en la cual los planos de diversas ciudades son construidos pacientemente con frases extraídas del libro homónimo de Ítalo Calvino, con los planos de ciudades intervenidos por Jorge Macchi (a quien Rosana no conocía cuando creó su serie). A pesar de la evidente proximidad formal, los puntos de partida de las dos obras son distantes, casi opuestos: si para el artista argentino se trataba de vaciar las ciudades de todo lo que no fuera sus calles (o en el caso de Venecia o Ámsterdam, sus canales), Rosana construyó a partir de nada; podría decirse que cuenta solamente con sus libros y sus palabras; nada antecede a éstas últimas y así y todo, ellas son sin la menor duda, suficientes para dibujar el mundo.

1 Brett, Guy, “The Logia of the Web”, en Forma Brazil, The Americas Society, Nueva York, 2001.
2 MANNARINO, Ana y MAROJA, Camila, Rosana Ricalde: Depoimento compartilhado, texto/entrevista publicada en el libro Rosana Ricalde, Río de Janeiro, 2009, pág. 218.

Perfil:

Rosana Ricalde nació en Niterói (RJ) en 1971. Formada en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Federal de Río de Janeiro, vive y trabaja en esa ciudad. Entre sus exposiciones individuales más relevantes figuran Mundo Flutuante (Galería Baró Cruz, San Pablo, 2009), O Percurso da Palavra (Centro Cultural Banco del Nordeste, Fortaleza, 2009), Mar de Papel (Galería 3 + 1, Lisboa), La Casa del Lago, en colaboración con Felipe Barbosa (UNAM, Ciudad de México, 2007), Palavra Matéria Escultórica (Museo de Arte Contemporáneo de Niterói, 2004). Participó también en importantes exposiciones colectivas, como el Premio CNI-SESI Marcantonio Vilaça (Museo de Arte Moderno, RJ y Museo de Arte Contemporáneo, SP, 2010), O lugar da linha (MAC Niterói, 2010), Nova Arte Nova (Centro Cultural Banco de Brasil, RJ y SP, 2008 y 2009), V Bienal de Santo Tomé y Príncipe (2008), Geração da virada (Instituto Tomie Ohtake, San Pablo, 2006), InSite 05, en colaboración con Felipe Barbosa (San Diego, EUA / Tijuana, México, 2005).