Jesús Lugo

La obsesión por la imagen y las imágenes de una obsesión

By Springer, José Manuel
Jesús Lugo

La pintura de Jesús Lugo es hoy una de las más intrigantes de la escena plástica mexicana. En primer lugar su forma de abordar los temas de su interés: el museo, las guerras, el mundo acuático, la pintura como sistema de representación autorreferencial, la vanidad. En segundo lugar encontramos su particular estilo de concebir el espacio pictórico, como un tableau vivant, una exposición barroca de docenas de figuras que habitan espacios verosí­miles, y en tercer lugar su gusto por la belleza, una belleza extraña, difí­cil, que combina el adorno con la sustancia y una buena dosis de agudeza.
Jesús Lugo pertenece a una generación de artistas (nacidos en la década de los 60) que ha vivido el ascenso del arte conceptual no pictórico, pero que ha alcanzado una madurez a sus cuarenta años que le permite ver la pintura como un medio para plantear problemas, hacer preguntas, y presentar una postura actual desde la pintura. Su punto de vista en la escena artí­stica resume una historia de la mirada -como la plantea el estudioso francés Régis Debray-, que parte desde la mirada mágica de la que surge el í­dolo, a la mirada estética (origen del arte), para llegar hasta la mirada económica, que desemboca en el mundo de lo visual, donde los medios masivos, la imagen virtual, el arte y la publicidad se entremezclan.
En su propuesta plástica Jesús Lugo toma conciencia de la situación del arte en nuestros dí­as. Una situación sin duda resbalosa, difí­cil de aprehender, que podrí­a generalizarse como una postura de oposición al sentido uní­voco. Lugo adopta una posición antisimbólica como forma de rechazo y crí­tica a la razón pura de la pintura moderna. El resultado es una pintura que podrí­amos llamar metafí­sica, en el sentido de que busca las raí­ces de lo pictórico y del surgimiento de la imagen en Occidente como portadora de significados. Este tipo de pintura es el núcleo de la propuesta comprometida que actualmente se realiza en México, de la que forman parte Heriberto Quesnel, Mauricio Cervantes, Fidel Figueroa y Demián Flores, todos ellos pintores compañeros de generación de Jesús Lugo.
Cansados del racionalismo modernista, en el cual el artista tiene un conocimiento directo y privilegiado de las cosas, estos pintores deciden huir de la presentación, del acto pictórico único y original, para tomar el camino de la re-presentación, en la que todo lo que se pinta ha sido previamente sancionado por la historia del arte, la crí­tica y los museos, pero el contexto ha sido "movido", trastocado y encimado con otros referentes no artí­sticos.
En consecuencia, las series que ocupan el pincel de Jesús Lugo son acumulaciones de citas repetitivas y espectrales de Edouard Manet (visibles en "La Olimpia de Manet", "El duelo", "La caza de Manet", el "Fusilamiento del emperador Maximiliano de México"), desarticulación de géneros pictóricos como el Vanitas ("La cueva de las vanidades", "Calavera con naturaleza muerta") y reconstrucciones de museos imaginarios ("El museo de Velázquez", "El museo de la sombra", "La biblioteca rusa").
En "El museo II" Lugo representa un galerón con un andamiaje que sostiene cuatro piezas, que representan sendos momentos de la historia de la pintura. A la izquierda hay una composición inspirada en la obra de Jacob Jordaens, en la que aparecen un Cristo y una pareja (los donantes de la obra). Al lado hay una obra del canadiense Phillip Guston, representante de la pintura figurativa informalista. Del lado derecho hay una obra que representa una escena mitológica y una reproducción de un cuadro de Gerhard Richter, pintor alemán actual que se mueve simultáneamente entre la pintura abstracta y figurativa, quien a su vez cita la pintura de Marcel Duchamp "Desnudo descendiendo una escalera." Apasionado por la genealogí­a de la pintura, Jesús Lugo enfatiza en este cuadro varios momentos de la imagen, el primero de los cuales es el del arte como mí­mesis; la necesidad de reproducir fielmente la naturaleza, preocupación central de la pintura y la escultura hasta el siglo XIX.
En todas estas series es posible detectar la obsesión del autor con la acumulación del conocimiento a través de la imagen. La intermediación de las imágenes como forma oblicua o indirecta de aprehender un mundo cada vez más extenso y más poblado de í­conos. En la pintura de Lugo podemos vivenciar el apocalipsis del sentido, en el que el hombre ha perdido el sentido de la existencia y busca llenarlo rodeándose de imágenes que producen una estética acumulativa mas no explicativa, como puede verse en la serie "El triunfo de la escuela de Parí­s."
"El triunfo de la Escuela de Parí­s I" se refiere a la victoria pí­rrica de la pintura francesa, representada como una estructura arquitectónica derribada, en llamas. El paisaje árido es escenario del fusilamiento de un pintor. La transición de la pintura académica llega al naturalismo y de éste da un salto a una versión irredenta de la Pantera Rosa y el Pato Lucas, que dejan ver la forma cáustica con que el autor pone fin a la historia de la pintura.
El hecho mismo de trabajar sus temas en series habla de la necesidad del artista de atacar a fondo los paradigmas ya carcomidos del conocimiento disciplinal, para proponer un método de conocimiento conectado, es decir, a través de conjuntos que se unen por ví­as empí­ricas, no siempre lógicas.
En las pinturas acuáticas de Jesús Lugo las representaciones orientales del mar conviven en un mismo plano con los mitos acuáticos de los monstruos, submarinos atómicos, trasatlánticos de pelí­cula y grupos que disfrutan de un "domingo en la playa" sobre los reflejos lumí­nicos de los "Nenúfares" de Claude Monet. Lo que propone Jesús Lugo es una estructuración de la sociedad en etapas seculares donde las caricaturas, la mitologí­a posmoderna y la ficción sustituyen a la verdad, la ética y el sentimiento religioso de antaño.
En el universo de la decepción, del desengaño y de la angustia (ante la ausencia de sentido) encontramos aún rastros del humanismo que inspiró al Renacimiento, la crí­tica al poder destructivo de la técnica, que motivó a los siglos XIX y XX, y la denuncia del cinismo de la publicidad actual.
Sin embargo, son las obsesiones de Lugo, la reducción al absurdo y el saber relativizado que nos presenta en sus collages, lo que nos mueve a pensar y esforzarnos por redescubrir el valor de la ciencia, la religión y el arte para encontrar un sentido trascendente a nuestra existencia, que tanta falta nos hace.

Nació en la Ciudad de México, en el año 1963. Estudió la licenciatura en pintura en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. En 1992 recibe mención honorí­fica en el concurso Encuentro de Dos Mundos organizado por la Alianza Francesa de México, el Instituto Francés de América Latina, AirFrance y Télémecanique. En 1997 es becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el ramo de Pintura, sección Jóvenes Creadores. En 1999 obtiene el Premio de Adquisición en el Segundo Concurso "Pasión al rojo vivo" organizado por Johnnie Walker, exposición realizada en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. En 2002 es acreedor al Premio de Adquisición Unánime en la XI Bienal de Pintura Rufino Tamayo, celebrada en los Museos Rufino Tamayo de las ciudades de México y Oaxaca. Actualmente es becario como Creador Artí­stico del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas en México y los Estados Unidos.