ART BASEL MIAMI BEACH 2004

Una Reseña

By Bello, Milagros
ART BASEL MIAMI BEACH 2004
Al entrar se presiente el efervescente y abrumador conglomerado de obras, de un eclecticismo arrollador. Desde los clásicos modernistas hasta los jóvenes más desconcertantes de última generación, muestran el escalofriante espectro de mutaciones, transfiguraciones, traslaciones, simulaciones, apropiaciones, transferencias y préstamos, que han sido la práctica más usual en el arte desde la polémica era de la Modernidad hasta la dudosa postmodernidad actual. Art Basel Miami Beach 2004 fue un poco más recatada que las versiones anteriores. El predominio de obras efectistas, de vértigos visuales, de relámpagos y cortocircuitos seductores, disminuyó notablemente. En su lugar, los grandes nombres contemporáneos presentaron obras más apropiadas para habitar residencias particulares. Una mega feria como ésta muestra todo su poderí­o monopólico para imponer nombres, precios y mercados. En ella, el arte se globaliza y los artistas jóvenes y emergentes encuentran un anclaje de reconocimiento y de venta.
Brevemente anunciaremos importantes descubrimientos, entre clásicos y maestros: una pieza magní­fica, Il Trovadore de De Chirico, apuntando a la metafí­sica de los espacios (Waddington Gallery); también un monumental Ives Klein valuado en $4.100.000, que mostraba las marcas dejadas por los cuerpos de sus modelos femeninas utilizadas como pinceles (Galerí­a Gmurzynska); asimismo, un magní­fico bronce de Henri Matisse (Galerí­a Aquavella). Magní­fica la obra de Tamara Lempicka, Portrait of Arlette Buckard y la de Arnaldo Pomodoro, Grande Tavola de la Memoria, en la Galerí­a Thomas. Otros grandes clásicos en Gray Gallery y Marlborough Gallery.
Indicando un barómetro favorable de mercado, en la feria hubo gran profusión de obras de Louis Nevelson, Gilbert and George, Chamberlain, Warhol, David Hockney y Tony Ousler, entre otros. Se cotizaron en alza en el mercado Frank West, Jaume Plensa, Jorge Pardo, Fabián Marcaccio y Beatriz Milhazes. En diversas galerí­as, grandes fotógrafos contemporáneos, tales como Cándida Hofer, Tomas Struth y Tomas Ruff, dieron muestras de contar con un sólido mercado internacional. Menos presencia esta vez de Jeff Wall, Rineke Djistra y Wim Wenders. Impactante la obra de Nam June Paik, Kro-Magnon, 1991, vendida la misma noche de la inauguración.
Se destacó Wim Delvoye con su gigantesca escultura Caterpillar, una alusión al hí­per industrialismo actual y su voraz invasividad (Sperone Westwater). Yasumasa Morimura con Monalisa in the Third Place: transmutando el rostro de la icónica dama renacentista en el suyo propio, enfatizó la transvestización del arte y la libertad de apropiación del arte actual (Luhring Augustine). Obras de envergadura fueron las de Annette Messager y Christian Bolstansky, presentadas en la galerí­a Marian Goodman.
La novedad fue el joven artista salvadoreño Ronald Morán, con su obra Home Sweet Home, una instalación ambiental de una cocina y todos sus muebles y utensilios, sutilmente desordenados y cubiertos con tela blanca, proyectando la transparencia ambivalente de la violencia doméstica. La instalación fue adquirida por el coleccionista Martin Margulis, de Miami, la noche de la inauguración, se dice que por la suma de¡¡35.000 dólares!! (Steinmetz Gallery/KSAC, Costa Rica).
Grandes nombres de latinoamericanos contemporáneos destacaron por su sólida propuesta: la patética y fuerte obra de Teresa Margolies, de Coyoacán, México, Papeles de la Morgue, papeles en los cuales queda la impronta de la sangre, cabellos y otros sedimentos de los cadáveres no reclamados por nadie, incinerados en el crematorio municipal. La artista apunta a la tasa terriblemente alta de criminalidad en México (Peter Kilchmann Gallery). Isabel de Obaldí­a, con grotescos animales -sapos, ciempiés,- poblando sus torsos de vidrio, en una intensa metáfora de la femineidad.devorada (Mary-Anne Martin Fine Art.). En la galerí­a Jacob Karpio, las barrocas e hipertextuales obras de Fabián Marcaccio, estrella internacional indiscutible; las obras feministas de Priscilla Monge con sus obsesivas frases antifeministas escritas en pizarrones, tales como, No Debo Perder la Cordura; también los neo-ready-mades de Darí­o Escobar, delirantes objetos diarios transformados en arte. Miguel Ángel Rí­os, con un magní­fico video que expresa la violencia de la vida a través de trompos chocando unos contra otros (Artcore Gallery). Alfredo Jaar impactó con sus fotos Gold in the Morning, 1986-2004, cajas de luz que expresaban el fragor y la vida dura de los hombres de las minas (Galerí­a Lelong). En la Galerí­a Ruth Benzacar (Argentina) se destacó un portal simulando un templo antiguo hecho con cajas de cereal, de Miguel Rothschild, emulando el poder consumista actual. En Luisa Strina Gallery (Brasil) sobresalió la obra de Edgard de Souza, con botellas móviles sobre una mesa, emulando el poder mágico y orgánico del objeto cotidiano. En Casa Triángulo (Brasil), se destacó la obra de Nazareth Pacheco, objetos hechos con hojillas de afeitar en alusión a la implí­cita agresividad contemporánea. Fortes Vilaca Gallery (Brasil) mostró magní­ficas obras de Ernesto Neto, Vik Muñiz, Los Carpinteros, Valesca Soares y Juliao Sarmento, entre otros. Otros nombres importantes: Pedro Reyes presentando sombreros mexicanos de paja cosidos a la manera de una maqueta, desafiando la estereotipia de la identidad latinoamericana (Galerí­a Enrique Guerrero). Betsabé Romero con una obra objetual, Rodada de Diferentes Latitudes, hecha de gomas de carro con marcas, aludiendo al nomadismo contemporáneo. (Galerí­a Ramis Barquet). Kurimanzuto Gallery (México) con obras de gran impacto de Damián Ortega. También importantes, Marta Marí­a Pérez Bravo y Alexander Apóstol (Luis Adelantado Gallery).
Algunas galerí­as tuvieron muestras clave del arte latinoamericano: Diana Lowenstein (Miami) mostró magní­ficos trabajos: Ángel Marcos, In Cuba 16, 2004, fotografí­as en silicona sobre los sueños y visiones comunitarias, de la Cuba actual. Marcello Mortarotti, Serie Estética Cinética, 2002, fotografí­as que mostraban mutantes/travestis que cuestionaban lo simulado y lo humano. Graciela Sacco: Sombras del Sur y del Norte: a partir de un punto, 2003, fotoserigrafí­as que proyectaban evanescentes sombras de una memoria colectiva. Otros destacados: Aitor Ortiz, Neros, Wendy Wischer, José Bechara. En Brito Cimino Gallery (Brasil), destacaron las neogeometrí­as en fibra de vidrio de Dudi Maia Rosa, o en pintura, de Daniel Senise, las delirantes instalaciones con icónicas referencias a la memoria colectiva de Nelson Leirner, las miniaturas paródicas de Liliana Porter. En la Galerí­a Nina Menocal (México) estuvo la laboriosa y detallista obra hecha con cabellos semejando plumilla, de Gabriel de la Mora; un mural intertextual de acontecimientos contemporáneos memorables, de Miguel Ventura, en la que recoge la seducción de la memoria; obras importantes también de Francisco Larios, José Bedia y Atelier Morales, entre otros.
De Miami participaron, después de una rigurosa selección: Bernice Steinbaum, quien trajo magní­ficos nombres latinoamericanos y del Caribe: Elizabeth Cerejido, con su serie fotográfica de cartas y sobres, en la memoria del tiempo y del recuerdo; también, Glexis Novoa, Pepón Osorio, Edouard Duval Carrié y Abelardo Morell. Ambrosino Gallery trajo a Pablo Soria, quien presentó yuxtaposiciones fotográficas sobre paisajes mutantes. También destacaron Carol Brown,. A.A. Rucci y Raymond Saa. En Frederic Snitzer Gallery destacó la magní­fica instalación de John Espinoza, Zeta, 2004, así­ como obras de impacto de Naomi Fisher y Hernan Bass, entre otros. Notable la representación de Diana Lowenstein, mencionada anteriormente.
Entre las propuestas de los más jóvenes destacaron: The Clayton Brothers, un colectivo artí­stico muy prometedor, con una instalación tipo casa con pequeños dibujos seriales mostrando neofiguraciones cataclí­smicas, a la manera de un apocalí­ptico diario humano (Mackey Gall, Houston); el colectivo austriaco Gelatin, con una instalación ambiental, igualmente apocalí­ptica, representando cuerpos humanos cosidos en plásticos colocados en una mesa de operaciones, en una mordaz crí­tica a la medicina. (Meyer Kainer Gallery, Viena). Sue de Beer, con una video-instalación mostrando los encuentros perversos y oscuros de adolescentes (Sandroni Rey Gallery, Venice, L.A.). En la galerí­a Foksal de Varsovia, grotescos figurines del Papa, hechos de barro, realizados por el joven emergente Pavel Althamer, enfatizaron la cualidad artesanal de la obra, sin perder su poder ideológico y polí­tico.