Reviews - VIII International Biennial of Cuenca

Cuenca, Ecuador

By Caputo, Amalia
Reviews - VIII International Biennial of Cuenca
La VIII Bienal de Cuenca, Ecuador, se inauguró el pasado mes de Abril con la participación de 78 artistas del continente americano y se sigue afianzando como una de las Bienales internacionales mas importantes y crecientes de Latinoamérica.
Las tendencias crí­ticas en el mundo del arte cuestionan practicamente todo, tanto las muestras colectivas como individuales, la validez de bienales y salones, el interés en la discusión teórica, las vanguardias y las retaguardias. Las polí­ticas expositivas son revisadas constantemente, las polí­ticas curatoriales cambian, y los artistas parecemos permanecer en una especie de limbo creativo al margen de toda esta estructura que los arrastra pero que a la vez los deja esparcidos, como cuando las olas dejan conchas que han arrastrado hasta la orilla.
En primer lugar, para la organización de la Bienal de Cuenca, realizar una elección de curadores internacionales, quienes a su vez tienen la difí­cil tarea de seleccionar a artistas representativos de su paí­s, ya marca el comienzo de una cantidad de apuestas interesantes. Cada curador seleccionado, tiene la libertad de escoger a un grupo de artistas de su respectivo paí­s. Es una obviedad que en cada elección hay siempre un descarte importante. Decimos que los curadores apuestan en tanto que valoran, extraen, diseccionan ciertos trabajos que reúnen de alguna manera el planteamiento que se les pidió, o por el contrario, lo ignoran.
La Bienal de Pintura de Cuenca ha sufrido transformaciones importantes en las pasadas dos ediciones ya que desde el 2002 la organización ha abierto sus bases a múltiples medios. Carlos Rojas Reyes , miembro del comité técnico de la Bienal y reconocido intelectual Cuencano, fue el inocente/culpable que produjo las bases conceptuales de la Bienal de Cuenca, basándose en la noción de iconofilia desde muchos ángulos posibles. La iconofiilia como memoria colectiva, la crí­tica a la sociedad de consumo, las memorias de la sociedad, la imaginación, el orden simbólico, la destrucción y proliferación de iconos entre muchas otras acepciones. Y digo inocente/culpable porque a muchos curadores, como a muchos artistas, ceñirse a textos curatoriales les resulta complicado o conflictivo, pese a su gran apertura o amplitud.
La Bienal contó con más de veinte sedes expositivas, junto a obras de intervención urbana y ocho exposiciones paralelas oficiales. Dentro de los montajes más acertados, pueden destacarse la sede del Museo de la Medicina, el Museo de los Metales y el Museo del Banco Central, ya que presentaron instalaciones más coherentes, seccionadas por paí­ses, que facilitaba la comprensión de la selección del curador. Sin embargo, fallas museográficas importantes como una buena señalización de espacios expositivos, o la falta de iluminación correctas, montajes inaporpiados de algunas piezas o la ausencia de rotulación adecuada, enturbiaron la digestión de alguna de las obras exhibidas, en detrimento de las mismas.
Un recuento detallado de las obras y artistas participantes, así­ como de las ponencias de los conferencistas serí­a una labor larga y sin aportar el beneficio de la experiencia vivida, probablemente sea de poco interés al lector, sin embargo valdrí­a la pena puntualizar, o remarcar ciertas pinceladas, presencias de artistas que, sumados a los artistas premiados, adjudicaron a la bienal un evidente nivel de excelencia.
Tal es el caso de uno de los artistas ganadores de la Bienal, el Venezolano Alexander Apóstol, quien presentó fotografí­a digital y dos video instalaciones, Caracas Suite , Ranchos y Residente Pulido , y que plantea a través de las piezas múltiples lecturas y sentidos, tanto el humor como el abandono, la caí­da sin gloria de la monumentalidad arquitectónica de un perí­odo especí­fico de la historia contemporánea de Venezuela y deja en evidencia la degradación simbólica del poder a través de sus mismos hitos. Las otras dos obras ganadoras de la bienal llamaron mucho la atención por su obvio contenido de denuncia social y polí­tico. La video instalación del artista colombiano José Alejandro Restrepo, La Verónica, en la que el manto de la virgen, refleja los rostros de duelo de familiares y a los muertos de la guerrilla, y la obra del cubano
Ricardo González-Elí­as Ramos, en la que fotografí­as de diversas páginas del primero libro escrito en Braille en Cuba con el discurso de Fidel Castro intitulado La historia me absolverá. El jurado de selección de los premios estuvo compuesto por Santiago Olmo, Elena Oliveras, Raúl Zamudio, Milagros Aguirre y Rodolfo Kornfle. Más allá de los premiados.La obra del artista brasileño Paulo Climachauska, presentó una instalación in situ en una de las salas del Museo de la Medicina, que retrataba elementos fundamentales de la vida y cultura en América Latina, como por ejemplo la arquitectura modernista y la naturaleza a partir de sumas y substracciones de números pintados directamente sobre la pared. Su obra rescata ese momento poético, minucioso, del artista en su estudio, y lo coloca en la pared efí­mera del museo, evidenciando la importancia del gesto y de la no objetualidad.
El artista Chileno Luis Bernardo Olayarzun mostró una serie de fotografí­as en la que autorreflexiona acerca de las proporciones del hombre blanco y el hombre indio, utilizando la figura del Hombre de Vitruivio de Leonardo para medirse dentro de una posible definición de latinoamericaneidad. El artista panameño Jonathan Harper, que ganó mención honorí­fica, expuso Post-post, un cajetin de postales producidas por él con fotografí­as de no-lugares en Panamá y autorretratos en situaciones insólitas (cargando una piedra meteorí­tica o vendiendo pañuelitos ) con el irónico pie de foto Panamá, es un paí­s. Panamá se convierte en un paraí­so del patetismo en la mirada de Harper. Mónica Millán, de la selección Argentina, obtuvo una mención con la obra El vértigo de lo lento, instalación multimedia con arcilla, bordados, dibujo, fotografí­a y textos en la pared. Una pieza de extrema complejidad conceptual y que se inserta dentro de la problemática vivencial de comunidades indí­genas del norte de su paí­s.
La Bienal de Cuenca ha abierto sus planteamientos al mundo del arte en general, con gran esfuerzo organizativo y ubicándose dentro de las tendencias artisticas contemporáneas, logrando de alguna manera, ser una voz viva de la plástica en el continente Americano. Rescatarí­a también, dentro de toda la cadena de productores de ideas, instituciones organizadoras, generadoras de espacios de discusión y muestra , que la semilla que sirve de cultivo para todo el resto de los eslabones en muestras de similar í­ndole es siempre, sin lugar a dudas, el trabajo del artista.